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El tiempo

Reparo en que lo único que tengo es tiempo. Antes se me hacía pequeño el día, hoy me parece muy largo. El tiempo lo delimita todo. El pasado miércoles hacía tanto bochorno en el Puerto que me tuve que acostar antes de comer. Dormí toda la tarde, plácidamente, y almorcé cerca de las seis, con lo que el día se trastocó y la tarde, al despertar, me pareció la mañana, y la noche la dediqué a ver series, porque, claro, no me pude dormir. El tiempo es el que desregula mi vida. Fíjense, se ha muerto Gorbachov, uno de mis personajes históricos favoritos, y también Oswaldo Brito, que un día fue líder obrero, otro profesor universitario y el otro buena gente. Gorbachov ya se tenía que morir, porque había superado los 90 y el límite anda por ahí, pero Oswaldo no: tenía mi edad. Cuando leí mi tesis doctoral en la Complutense, Oswaldo estaba allí, pero no recuerdo si como miembro de mi tribunal o como integrante de otro. Cuando era líder del puerto de Santa Cruz le di mucha leña, luego nos hicimos amigos. Él y Chiri Ravina eran dos líderes desiguales pero eficaces, allá por la Transición. Ambos han muerto. Lo que no pensaría jamás Oswaldo era morirse casi al mismo tiempo que Mijail Gorbachov, del que estoy buscando una buena biografía, ahora que tengo tiempo para leerla. He lamentado ambas muertes. Comentaba la habitual cercanía de Gorbachov con Carmelo Rivero, que compartió con él una estancia en Lanzarote. Ellos se hicieron amigos, caminaban juntos cada mañana. Yo no tuve la suerte de estar allí. Espero que otro bochorno no me vuelva a trastocar el tiempo, ni me convierta otra vez la tarde en mañana. Para redimirme de la inclemencia, leo los artículos de Baricco. Enorme compañía.

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