visiones atlánticas

Isabel II, retrato de Lucien Freud

Con Isabel II de York se nos va una época. Un siglo desde la descolonización, a la globalización y a la revolución tecnológica. Mejor que nadie representa los valores de la monarquía y su utilidad como garante de la libertad y estabilidad, contra la cambiante política. Como decía el bisabuelo Mick Jagger de los Rollings, “durante toda mi vida su majestad la reina ha estado ahí”. Con los referentes de moral victoriana y de posguerra, “nunca lamentarse, nunca dar explicaciones”, ejemplar. Nos ha ofrecido en sus 70 años de reinado, 96 de vida, un implacable celo por la neutralidad política, la primacía de la institución, sobre cualquier otra consideración, familia incluida. Vivió con 15 primeros ministros, 12 presidentes americanos y 8 papas, y es gobernadora suprema de la iglesia anglicana. Reino Unido es la primera monarquía con revolución burguesa, 130 años antes de la americana de 1787 y francesa de 1791. Revolución liderada por Oliver Cromwell (1599-1658), Lord Protector en la guerra de reinos y religiones, poderes ejecutivo y legislativo, entre la burguesía comercial y la aristocracia, que acabó con los poderes concentrados finalmente en el Parlamento. Carlos II Estuardo en 1660 reinició la monarquía de hoy, que reina pero no gobierna, adelantando el capitalismo y la revolución industrial del Reino Unido, más de un siglo antes en el mundo. Se adelantaron en la reconversión de su imperio colonial, donde hoy es jefe de Estado de 15 países y con una Commonwealth, como entidad política de 54 países y 2.000 millones de hb. Reino Unido ha sido refugio del exilio político de los huidos de los conflictos del continente, como Carlos Marx en 1849, Zygmund Bauman y Sigmud Freud en 1938, judíos huyendo de los dramas de Europa. En 1933, con el ascenso de Hitler al poder, huyó a Londres Ernest. Freud, hijo menor de Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Con él viajó su hijo Lucien Freud, nacido en Berlín en 1922 y nacionalizado en 1939. Retrató a Isabel II en 2001, cuando ella tenía 75 años y el 79, antes de morir en 2011. Fue un pintor que evolucionó del surrealismo a la figuración. Con una tormentosa vida familiar, ha tenido 13 hijos de cinco mujeres y su pintura gira en torno a sus relaciones, como pintor de la figura humana. Decía, “trabajo con personas que me interesan, con personas no como son, ni a pesar de lo que son, sino por lo que resultan ser”. Que convergiera Lucien Freud con Isabel II en este retrato de cámara, que donó a la Galería Real, exigió acuerdo de ambos y a la reina gustó. Lucien Freud lo redujo a un mínimo formato de 23,5 x 15,2, menor que un DIN-A4. El retrato es un gráfico reflejo entre el peso de la corona y la humanidad de la reina que la soporta. Es la corona de las aperturas del Parlamento, diadema de estado de Jorge IV (1820), que lleva la rosa de Inglaterra, el cardo de Escocia y el trébol de Irlanda, con 1333 diamantes, sobre una doble corona de perlas. Retrato psicológico de gran sensibilidad, emoción, inteligencia y plenitud. La mirada de la reina la humaniza, nos mira con asombro y benevolencia, flemática y firme, consciencia y tiempo detenido. Las joyas son contrapunto, arriba la monarquía y abajo la burguesía, donde desdibuja su collar de perlas. Es una pintura de blancos, con la corona sostenida en las volutas expansivas de su pelo ya blanco, el color más complejo y sutil, como nos enseñan Joaquín Sorolla en su pintura mediterránea y luminosa y Claude Monet, referente del impresionismo francés. Se convertirá en un retrato icónico del siglo XXI, reinas perturbadoras. Como el retrato de Marilyn Monroe, de Andy Warhol de 1962, la Mona Lisa de Leonardo da Vinci de 1503 en el Louvre, y la majestuosa escultura de caliza y estuco pintado de Nefertiti, egipcia del siglo XIV a.c., en el Neus Museum de Berlín. Todas ellas esfinges conscientes que nos miran de frente, con preocupación y humanidad. Iconos.

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