el charco hondo

Saber llover

No sabemos llover, de ahí el vértigo que le entra a las infraestructuras de las Islas cada vez que llueve. Este fin de semana llovió. Con ganas, es cierto. Sin reloj, así fue. Y el agua cogió velocidad porque vivimos sobre un tobogán; qué otra cosa podemos esperar, es lógico, y previsible. Llovió, punto final; pero, como esta comunidad autónoma no sabe llover, al cabo de las horas los cubos florecieron en hospitales, viviendas particulares o, entre otros espacios públicos y privados, en los centros comerciales y las sedes de las distintas administraciones. Llovió, y la lluvia reiteró la advertencia de que cuando vuelva a golpear con furia, y eso ocurrirá, caeremos en la cuenta de las tareas pendientes, del pecado de infraestructuras que suspenden la prueba del agua. Con todo, lo que más llama la atención es la vulnerabilidad de los aeropuertos de las Islas, de instalaciones que, sin comparecer el viento, cierran o colapsan porque llueve. El problema es la visibilidad —dicen—. Si la lluvia y la niebla fueran factores suficientes para cerrar o colapsar, las ciudades, islas y países al norte no tendrían aeropuertos —cabe responderles— no sin preguntarnos en alto qué tecnología emplean en regiones que conviven con elementos meteorológicos infinitamente más exigentes. No es normal. La fragilidad de nuestros aeropuertos cuando asoma la niebla o la lluvia describe un endemismo de difícil digestión. Tener a miles de turistas sintiéndose atrapados, suspirando por un vuelo o alojamiento, es el peor cóctel posible porque esa experiencia garantiza que volverán a casa con un mal recuerdo. Canarias no puede permitirse malos recuerdos, nuestro negocio son los buenos. De regreso a la calle, sorprende que moleste que el ciclón perdiera su categoría. Mejor pasarse que quedarse cortos si lo que está en juego es evitar que el lío nos pille en autopistas, carreteras o alrededores de los centros educativos. Si hace falta decretar que es domingo, aunque sea martes o viernes, más vale amarrar que arriesgar. Por lo demás, mal asunto que ciclones o tormentas tropicales cojan la costumbre de asomar a este lado del océano. No nos interesa asimilarnos al guión meteorológico del Caribe, transición que será inevitable si se resquebraja la ecuación que hace posible la previsibilidad y estabilidad que siempre han garantizado los alisios. Esta comunidad autónoma es una referencia en gestión de emergencias, pero Canarias no sabe llover. Mejor será que aprendamos pronto porque la estadística anuncia que a estas Islas les espera un futuro climatológico con un marcado acento caribeño.

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