Ha sido detenido un hombre, no sé si en Barcelona o por ahí, por atracar la tienda de una gasolinera y también por agresión sexual: antes de huir abrazó a la aterrorizada cajera y le dio un beso en la mejilla. O sea, que no se puede tomar como despedida el abrazo y sí ha de aplicarse el rigor de la nueva ley del acoso y la agresión. Para tal tierna despedida no hubo consentimiento expreso de la señorita. Bueno, es peligroso hacer demasiados comentarios al lance, tal y como está la vaina, pero sí diré que el hombre, con algunos antecedentes, fue al menos cariñoso y se abstuvo de otras ruindades, como destrozar el local, incendiarlo o quién sabe. Ha sido detenido, por cierto, y enviado a prisión, donde ya pena sus culpas, al contrario que sus compinches que le esperaban en un coche, que han sido puestos en libertad, ignoro si con cargos o sin ellos. Los del coche no se despidieron de nadie. Hay que leer a Alejandro Nieto para ver lo que se esconde detrás del Derecho y a Pierre Vilar para saber bien qué es España. Y a Forges, y a Summer, y a Chumy Chúmez, para conocer bien a la infra España, heredera de aquella otra nación negra, que fue la última en Europa en montarse en el tren del progreso, si es que se ha enganchado alguna vez. Yo creo que quedan aún fuertes vestigios de un país ennegrecido por su incultura general y enaltecido con razón en virtud de sus genios, que han sido muchos y de gran valía. Qué les voy a contar yo. En mi recorrido diario por los periódicos, en busca de rarezas, me quedo con la despedida del ladrón cariñoso. La cosa no tiene desperdicio.