el charco hondo

El ruido blanco

El sonido uniforme de un aire acondicionado, el de la tele o la radio sin sintonizar, un ruido constante, una señal que contiene todas las frecuencias en idéntica potencia. El ruido blanco (así lo llaman) puede ser tremendamente efectivo para dormir o, en su defecto, para adormecer, para poner el cerebro a hibernar, meterlo en un área de servicio lejos de las autopistas de la información, los eslóganes o los mítines encubiertos de una campaña electoral de ocho largos y cálidos meses. Los estímulos auditivos más intensos ven disminuida su capacidad de activar la corteza cerebral cuando el ruido blanco, aislante, provoca que el nivel del umbral auditivo alcance sus máximos. Hay quienes logran dormirse antes, y más profundamente, con el televisor encendido con un volumen moderado. Según Seth Horowitz, neurocientífico especializado en audición, los aparatos que emiten ruido blanco (hay aplicaciones que traen incorporados sonidos de este tipo) mejoran la calidad del sueño. Los expertos van más allá. A su juicio, el ruido blanco es ideal para enmascarar o tapar otros sonidos provenientes del ambiente, como el de los coches, la radial del vecino, el taladro del vecino del vecino, la moto de los adolescentes de cincuenta y tantos o, a todas horas, y sin tregua, el ruido adormecedor, constante, uniforme y cansino que partidos o candidatos emiten en idéntica potencia durante la precampaña que ha entrado por la ventana a golpe de frases prefabricadas, partituras de crispación y verbos encendidos, voces altas, altavoces, y actos concebidos para quienes participan, sí, pero, sobre todo, para quienes no acuden a la llamada de los partidos. Ruido blanco de argumentarios ejecutados con escasa pericia, nervios, quejidos, insinuaciones envenenadas, animadversiones que desaparecen cuando las urnas dictan compañeros de cama que dejan de ser indeseables, frases bastante dirigidas al intestino y algo menos a la cabeza. La atmósfera se empapa del ruido blanco de la peor versión de la política, de los manuales de estilo y libros de campaña, de teatro, ciencia ficción y descripciones torcidas del país presente o inmediato. La campaña electoral brinda un ejemplo tremendamente pedagógico del ruido blanco al desactivar la corteza cerebral de electores que han madurado otros cuatro años, contribuyentes a los que cada vez resulta más difícil convencer o movilizar. Arriba el telón. El espectáculo ha empezado. Siempre nos quedará bloquear el estruendo electoral dejándonos arrullar por el volumen moderado del ruido blanco.

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