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Félix Duarte, el cirujano cubano que hizo el MIR con 66 años

Duarte, que participó en el primer trasplante de corazón de Cuba, en 1985, ejerció luego como médico de familia en Canarias
El médico cubano Félix Duarte. Sergio Méndez
El médico cubano Félix Duarte. Sergio Méndez

Lleva más de veinte años en Tenerife, desde que huyó del régimen castrista en el año 2000, pero el médico cubano Félix Duarte fue un prominente cirujano en su país, donde participó en el primer trasplante de corazón de la isla, en 1985. Aquí consiguió trabajo en el Servicio Canario de Salud al poco tiempo de llegar a las Islas. Curró a destajo y feliz de médico de familia, mientras hacía mil guardias y consultas para poder traerse a su familia de Cuba. Cuando cumplió los sesenta y cinco, edad de jubilación forzosa de la sanidad pública canaria en ese momento, se quedó sin trabajo. Pero aún le faltaban cuatro años de cotización para poder cobrar su pensión. Así que se le ocurrió hacer el MIR a los sesenta y seis, como si fuera un joven estudiante recién salido de la carrera. Y pudo cotizar el tiempo que le faltaba.

“En la ley no había ninguna limitación de edad para hacer la residencia. De hecho, ya me había presentado dos veces al mismo MIR, el de Medicina de Familia, varios años antes”, explica Duarte, que ahora tiene 74 años. “La primera fue para probar, porque mi hija también se presentaba. Y la segunda empecé a hacer la residencia en el HUC, pero lo dejé porque cobraba mucho menos que de médico normal. Pero esta vez no me quedaba otra opción”. Como sus compañeros no entendían qué hacía aquel señor mayor entre ellos, él lo explicaba. “Yo tenía que jubilarme y salvar el pellejo a mi familia. Y creo que ya me merecía una jubilación tranquila”.

Al fin y al cabo, había tenido una vida intensa desde que nació en 1948 en Zaza del Medio, un pequeño pueblo de Sancti Spíritus, provincia del centro de Cuba donde recalaron sus padres, dos canarios de Breña Baja. Su padre era el contable de las finanzas del pueblo. Se pasaba todo el día trabajando y le dio a Duarte una infancia de clase media rural en una linda casa, con estudios primarios en La Salle de Sancti Spíritus. Cuando llegó la revolución, en 1959, la educación pública mejoró e ingresó en el Instituto del pueblo, pero él solía saltarse las clases porque muchos de los temas ya se los sabía del colegio.

“Un día estaba con un amigo venezolano por ahí y le dije: Vamos a fastidiar y vamos a decir que viene una invasión por Cienfuegos. Pero hubo quien no se lo tomó a broma y me denunció”. Se produjo una especie de juicio militar público delante de todo el mundo. “Algunos profesores lloraban, porque yo era un buen alumno”. Sin embargo, lo echaron del sistema educativo. “Me puse a trabajar despalillando tabaco durante un año. La pasé bien, pero mi madre fue a hablar con el ministro de Educación, Armando Hart, y me perdonaron. Así que pude presentarme a los exámenes finales de la Secundaria”.

Cuenta Duarte que, tras la revolución, solo quedaron en la Facultad de Medicina de La Habana 13 profesores. La mayoría se había marchado al exilio. Y entre esos trece y los jóvenes estudiantes que ya estaban casi formados, se fue construyendo el reputado sistema nacional de salud cubano que, explica, estaba basado en la medicina estadounidense. “Cuba había sido casi una dependencia americana. Y ellos eran los mejores. Mucha gente se había ido a formar allí, incluso operaban. En una reunión en la que estaba mi maestro, Roberto Guerra Valdés, y otros arquitectos de la medicina cubana, Fidel preguntó qué medicina había que copiar, si la americana o la rusa. Y nadie tenía dudas. El sistema soviético era una mierda, todavía seguían utilizando cataplasmas y sanguijuelas. Entonces, Fidel dijo: ‘Pues adelante’. Alguna cosa se copió de los franceses. Pero lo fundamental era de origen americano”.

El tiempo apremiaba: la Isla necesitaba médicos, así que el Estado abrió una Escuela de disciplina castrense para adelantar un año la formación. Duarte vio ahí la oportunidad de esquivar el servicio militar y se metió de cabeza. Estudiaban en lo que había sido un colegio para niños de familias ricas. Y vivían en sus antiguas casonas.

“En aquellos años se había ido tanta gente de Cuba, que casi todas aquellas casas se quedaron vacías. No se puede imaginar cómo vivían allí”. En la Escuela había 600 alumnos. Sólo tenían 36 horas libres cada dos semanas. “A tiempo completo y con dedicación exclusiva”, repite varias veces a lo largo de nuestro encuentro. Luego vinieron la Facultad de Medicina y las prácticas en el Hospital Fajardo, donde comenzó a hacer cirugías y a experimentar con trasplantes de pulmón en perros.

En cuestiones políticas, sin embargo, evitaba meterse. “Yo siempre me mantenía un poco al margen. Los antecedentes ideológicos de mi familia no eran revolucionarios. Estaba muy contento haciendo mis estudios, pero sabía las cosas que pasaban alrededor de la revolución, el control que había. Así que me limitaba a pensar en la medicina. Un compañero mío me dijo un día: ‘Chico, tú te pegas todo el día estudiando, pero para cuándo tú vas a pensar en la revolución’. Pues tres meses antes de examinarme de la especialidad, me llamaron para irme a la Guerra de Angola”. Fue a principios de 1976. Allí, Cuba apoyaba al Gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Angola de Angola frente a la guerrilla del FNLA, apoyada por EEUU.

Duarte salió rumbo a África la misma noche del día en que lo convocaron. Sin pasar por casa ni despedirse de su mujer y de su hija. “Querían probarme. Hubo dos en mi hospital que se negaron a ir y no los volví a ver”. Lo subieron a un avión de cuatro motores de fabricación rusa que iba cargado de combustible para no hacer escala hasta llegar a Sierra Leona. “La capital [Freetown] era una pura selva, solo se veía una casa con mampostería, que debía ser la del presidente. Pero Luanda [capital de Angola] era muy bonita. Había casas impresionantes de la gente que se había marchado por la guerra. Con razón no se querían ir los portugueses a su país. Pero mientras algunos dirigentes cubanos la pasaban bien allí, a mí me mandaron de jefe médico de un destacamento militar. Luego estuve en una escuela de oficiales angoleños. Durante seis meses, no pude hablar con mi familia”.

Volvió después de un año. Pero tras finalizar su tesis de especialidad -sobre el trasplante de pulmón- y de hacer el examen final ante un tribunal, lo volvieron a llamar. “Una señora que era secretaria del partido se acercó a mí mientras estaba comiendo. ‘Tenemos una buena noticia para ti, compañero…’ Ahí, cuando alguien te pone el brazo por encima, piensas: ‘Ya me jodieron’. Y me dijo: ‘Queremos proponerte que vayas de nuevo a Angola. Por lo civil’. Y me disparé para allá durante año y medio, a una provincia cercana al Río Congo, una zona llena de pozos de petróleo. Estaba yo como único cirujano de la provincia. Debí hacer unas 600 cirugías. Lo anotaba todo en una libretita. Una vez a la semana, traían 20 heridos. Y a resolver aquello. Afortunadamente, tenía la ayuda de mis compañeros”.

El médico cubano Félix Duarte. Sergio Méndez
El médico cubano Félix Duarte. Sergio Méndez

regreso a cuba

Duarte regresó de nuevo a Cuba. Después de varios destinos y zancadillas, comenzó a trabajar en el Hospital Hermanos Ameijeiras, inaugurado en 1982 como símbolo de la potencia del sistema sanitario cubano. Tras pasar por la unidad de trasplante de hígado, ingresó en la de Cirugía cardíaca, cuyo jefe era Noel González. En 1985, aquel equipo hizo el primer trasplante de corazón. El paciente sobrevivió un año, pero pronto aumentó la supervivencia de los trasplantados. “El impulso a los trasplantes fue una cuestión política. La dirección del hospital necesitaba hacer algo grande. Y como yo había hecho un seguimiento del tema, me ayudaban. Había leído todo lo que salía. Estaba al tanto de todo lo que publicaban las revistas”.

Aunque el primer trasplante de corazón lo había hecho Christian Barnard en Sudáfrica en 1967, aquello fue un gran logro en el contexto latinoamericano. De hecho, el primer trasplante con cierto éxito en España fue en 1984: el paciente sobrevivió nueve meses. Un año después, en 1986, realizaron el primer trasplante de pulmón y corazón. “Era una mujer con hipertensión pulmonar que fumaba como una bestia. Salió bien. Pero al mes de estar operada, volvió a fumar como antes. Era una loca, pero me caía muy bien. Se murió al año y medio, pero fue por no cuidarse”. En 1989, Duarte hizo el primer trasplante de pulmón aislado en Cuba, otro hito en Latinoamérica.

Mientras este tipo de operaciones se volvían algo habitual, la relación de Duarte con Noel González se deterioraba cada vez más. Nunca fue buena, pero iba a peor: González era un médico de conocida militancia revolucionaria, Duarte era un cirujano que esquivaba la política. “Además, yo soy un tipo jodido. Si estás haciendo una mierda, te lo digo. Y a él le comentaba cosas cuando estaba operando. ‘Tú siempre me pones los monos en el cuerpo’, me decía. Quizá no lo debería haber hecho, pero también habría sido un sumiso. Y no se puede ser sumiso en vida”.

Su situación se hizo insostenible. Y en el año 2000 consiguió emigrar gracias a una amiga española que había conocido en Cuba. “Ella le pidió a Rafael Llorens [jefe del Servicio de Cirugía Cardiovascular de Hospitén Rambla], que me invitara a hacer un curso de varios meses. Y ya me quede. Llorens, que es un gran cirujano, también se comportó como un gran amigo”. Duarte tenía la nacionalidad española por sus orígenes palmeros, lo cual le ayudó a traer luego a su mujer y a su hija pequeña. Más tarde, también vino su hija mayor con una nieta

Al año de llegar, Duarte consiguió homologar su título de médico y empezó a trabajar en el Servicio Canario de Salud. “Yo siempre he preferido la sanidad pública, no entiendo la relación entre salud y negocio”, comenta. “Fui al Servicio Canario de Salud por la mañana y por la tarde ya tenía trabajo. Trabajaba muchísimas horas, hacía muchísimas guardias. Recuerdo una semana en la que trabajé 100 horas. La semana en la que solo hacía 60 horas parecía unas vacaciones.

“¿Se arrepiente de no haber intentado hacer su carrera en EEUU, como tantos médicos cubanos?”, le pregunto. “No. Aunque la medicina es muy buena, el sistema no me gusta. Quizá si me hubiera ido con 26 o 27 y hubiera hecho la especialidad allá, habría sido otra cosa. Pero con 52, que era la edad a la que emigré, te dan una patada en el trasero”, explica. “Además, yo creo que el de España es uno de los mejores sistemas del mundo. Quizá con el de Canadá. Pero la gente no se da cuenta. Hay fallos, por supuesto, pero es estupendo”. Lo dice el cirujano Félix Duarte, acaso el más veterano MIR del planeta.

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