visiones atlánticas

Historia, clima y política

El “presentismo” es la creencia de que solo existe el presente, mientras que el pasado y futuro son ficciones. Esta mirada despoja a estos fenómenos de su principal característica, que les viene dada por el tiempo, sin el cual carecen de sentido. Se renuncia a entenderlos bajo el prisma de ciencia y razón, que es sustituida por la política y sus ideologías. Así nos enseña Stanley G. Payne (1934, EE.UU.), maestro de hispanistas cuando estudia nuestra historia reciente, con la “ley de censura histórica” a que nos lleva la “ley de memoria democrática”. Verdadera aberración, señala Payne, cuando se extiende una red general de carácter totalitario, que tildan de “democrática”, al modo de los antiguos países comunistas del este de Europa. Reclama recuperar la guerra civil como historia y no como propaganda sectaria. Conformada esta ley como distopía orwelliana, extiende sus efectos hasta 1983, blanqueando a la ETA y atentando contra la constitución del 78 y su principal soporte en la Ley de Amnistía del 77, y lo llaman equidistancia. El presentismo histórico es padre del “indigenismo y del “metoo”, donde cambian el sentido de la historia con categorías de hoy. Como hacen con la politización e imposición de sus ideologías, cuando contaminan el clima y nos imponen la “apología del decrecimiento”. Como así nos señalan Christian Gerondeau en La Religión Climática (2021) y Michael Shellenberger en No hay Apocalipsis (2021). Como apoyan en agosto 2022, 91 científicos italianos, cuando sostienen que el cambio climático no es causado por el hombre sino por la naturaleza, contra las tesis mantenidas por la ONU y su Panel Intergubernamental del Cambio Climático (PICC). Las oscilaciones climáticas conocidas desde 1850 se mueven en períodos de 60 años ajenas a la actividad humana. A análoga conclusión llagaba James Lovelock, autor de la tesis de GAIA, que al igual apostaba por el uso de la energía nuclear, cuyas nuevas técnicas de residuos cerrarán su ciclo a corto plazo. No se libra la política en Europa de estos excesos. Contemplamos sociedades lastradas en su estancamiento económico, sin autonomía alimentaria ni energética, carentes de oportunidades laborales y empresariales, sin inversiones en infraestructuras y vivienda, falta de trabajo sobre todo joven, desequilibrios sociales, abusos de las castas políticas y funcionariales, problemas de gestión de los ciclos del agua y de los residuos, desequilibrios territoriales, poblacionales y del mundo rural. Factores que han sido claves en las recientes elecciones de Italia y contenidos en el programa ganador de Meloni, que reclama economía, identidad y familia, simplificación y racionalización burocrática, reducciones fiscales. Se encuadrará Meloni en el Parlamento Europeo en el grupo de los Conservadores Euroescépticos, junto Ley y Justicia polaca y Vox. Con Salvini en Identidad y Democracia de Le Pen y Víctor Orban, encuadrado en el Partido Popular Europeo, complejidad a asumir por las nuevas fuerzas de Italia. Su cristianismo es más cultural que teológico, con una UE cristiana rechazada por Bruselas, más práctico que doctrinario, más simbólico que religioso. Da la guerra cultural e identitaria, hartos en un país estancado, contra el multiculturalismo, la emigración descontrolada, el globalismo, el ecologismo, el feminismo y las reivindicaciones LGTBI, identidad sexual contra ideología de género, por la familia tradicional que defiende. Asistimos en Roma a la crisis reiterada sin resolver de las basuras, donde comen ratas, gaviotas y jabalíes, ocasionando un gran daño turístico, comercial y de salud, que nadie asume. Su solución la ofrecía en campaña la coalición vencedora, con incineradoras de nueva generación, con reducción de gases al 90 % y captura del CO2 restante. Ciencia y razón contra ideología.

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