el charco hondo

Mordazas

Fue hace apenas unos días, el jueves. Podemos, o su secuela, exigió el desbloqueo de la Ley de Seguridad Ciudadana, rebautizada por las izquierdas como ley mordaza. Debe hacerse antes de fin de año, dijeron. Pocas horas antes, o algunas después de que los discípulos de Iglesias pidieran la derogación de la ley, ese mismo día, el jueves, se canceló el Congreso de Mujeres y Deporte porque el Cabildo de Gran Canaria censuró (luego, amordazó) una mesa sobre la inclusión de las personas trans en categorías femeninas. Al colectivo que organiza el encuentro, ahora suspendido, se le dijo desde la Consejería de Deportes que la decisión era ajena a ese organismo, que venía de arriba, vale, de acuerdo, pero sin poner nombre, apellidos, rostro, cargo en la institución y siglas a tan abstracta procedencia, a esa referencia que, vaporosa, pide a gritos concreción y, en su caso, consecuencias, porque, salvo que la censura, luego, las mordazas, no sean mal vistas cuando florecen al lado izquierdo del jardín, lo suyo habría sido que el gobierno insular, ya colegiadamente, hubiera parado los pies a quien exigió y finalmente impuso anular un debate, algo intolerable, calificativo emparentado con intolerancia. La defensa de las categorías deportivas femeninas, una visión internacional (así se denominaba la mesa censurada). La gravedad de lo ocurrido ha sido claramente empeorada por la aceptación, por parte del Cabildo en su conjunto, de la mordaza. En cualquier debate, qué decir en uno tan exigente como éste, dejar hablar, y opinar, debe ser un punto de partida innegociable, irrenunciable e indudablemente constitucional. Al congreso, que ahora buscará un lugar donde sí permitan a la gente opinar, iban a acudir ponentes nacionales e internacionales, profesionales con una larga experiencia y trayectoria, expertos que argumentan en uno u otro sentido a los que se les ha impedido pronunciarse. Censura. Mordazas. Libertad de expresión. Derecho a la información. Constitución. Exigencia de responsabilidades a quienes censuraron y a quienes permitieron censurar una de las mesas. Incomode o no, la participación de transfemeninos en el deporte femenino es un debate abierto. Quienes ponen mordazas a congresos donde puedan llevarles la contraria, coincidiendo con la exigencia de que deroguen la ley mordaza, van contra sus propios actos. Y quienes en el equipo de gobierno del Cabildo de Gran Canaria han permitido que esa exigencia provoque la suspensión del congreso (mirando para otro lado, qué feo) han quedado igualmente retratados.

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