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Novela a escote

Un amigo, ex espía, me ha propuesto escribir con él una novela a escote. Se mezclará ficción y realidad. Le he dicho que sí. Será la segunda novela a escote que escribo. Una vez, hace años, Pepe Rodríguez, paz descanse, publicó otra en El Día. Alberto Vázquez-Figueroa escribió el primer capítulo y yo el último. En medio, una serie de escritores conocidos hacían sus aportaciones literarias e imaginativas, hasta llegar a un desenlace que no tenía, a mi modesto entender, ni pies ni cabeza. Para ahorrarme la lectura profunda de aquel tocho, en mi último capítulo me las ingenié para resucitar a todos los personajes que los otros colaboradores de la novela a escote habían matado; y no quedó mal del todo, porque el relato a mi cargo resultó entretenido, sorprendente y hasta misterioso. Tengo la novela completa, que se debió publicar, con retoques, en un libro que nunca apareció, porque Pepe ya estaba mayor y no tenía ganas de aventuras editoriales. Pero, bueno, la novela vio la luz en El Día y ustedes la pueden encontrar en las hemerotecas. Ahora, este amigo, que ha sido miembro de los servicios secretos, me propone otra novela que puede ser interesante, escrita por los dos. Supongo que él aportará la realidad y yo la ficción, porque jamás se me ha ocurrido dedicarme a esa peligrosa profesión. Pero siempre me ha cautivado la labor de ese señor -o señora- que en las películas se denominan “espías dobles”; es decir, un individuo -o individua- que juega a dos bandas. En la última guerra mundial declarada, los espías ingleses y alemanes destacados en Tenerife mandaban sus respectivas informaciones por telégrafo y luego se iban a tomar un café juntos. Esto también lo voy a contar en la nueva novela a escote, si el autor principal me lo permite.

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