La escena puede haber sucedido así. Soldados rusos tocan a la puerta del apartamento de Yuri Kerpatenko. El músico ucraniano, director de la Orquesta Sinfónica de Jersón, se oponía a la ocupación de la ciudad y había criticado a un director de teatro que accedió a ofrecer una función a los orcos (como llaman a los rusos en Ucrania). Los soldados le hicieron una propuesta similar: dirigir un concierto el 1 de octubre por el “restablecimiento de la paz” en Jersón tras ser tomada por Putin. Ante su negativa, habría sido ejecutado en su propia casa, según el Ministerio de Cultura de Kiev. Ahora Jersón está a punto de ser liberada.
La historia de este siglo, que avanza como un elefante en cacharrería a cámara rápida, se descifra bien desde una isla como la nuestra. Los isleños vivimos a la intemperie, expuestos a mil agentes externos, a las langostas, las tormentas, los piratas, Nelson y las potencias como en Pilgrim y Félix. El mundo se ha insularizado estratégicamente y sus talones de Aquiles se nos parecen; ya los continentes enfrentan contingencias que suelen ser nuestros problemas congénitos; nadie está a cubierto y cada país es una isla: en cualquier momento, caen drones como langostas.
Mañana, el ministro Albares viene a hablar al microcosmos tinerfeño, que es una sinopsis, a vista de pájaro, de ese mundo politraumatizado que conoce bien quien lleva la cartera de Exteriores. El laboratorio de un siglo y sus sinergias. Sabemos de migraciones, de volcanes y pandemias, de libre comercio y globalidad, y todo nuestro hábitat gira en torno al factor humano, los viajeros de la economía.
Isleño novelero, volé una vez en el Concorde de Tenerife a París, y era emocionante alcanzar el Mach 3, tres veces la velocidad del sonido, pero no lo es tanto saber ahora que aviones hipersónicos se transmutan en misiles devastadores que se han usado en esta guerra (Kinzhal, Mach 10). Nunca hemos visto tantos cazas y bombarderos fuera del hangar como ahora en los cielos de Corea y Europa, en esta imantación de la realidad.
¿Qué teme Occidente amén de la guerra? Las palabras de Biden esta semana, en vísperas electorales en su país, corresponden a ese estado de opinión: “Ya no podemos dar la democracia por segura”. El octogenario presidente de la primera potencia del mundo, esta vez sin asomo de confusión, daba en el clavo. Y no cometió un desvarío cuando invocó cordura evitando afrontar los problemas “con un motín, una turba, una bala o un martillo”, porque con este ultimo arma acababan de atacar al marido de la presidenta de la Cámara Baja, Nancy Pelosi en su propio domicilio. La película de lo que acontece es escalofriante, pero parece tan irreal que no le damos crédito. Eso explica que los restaurantes de la Isla siguen atestados, estamos haciendo los preparativos del próximo Carnaval y los aeropuertos son un hervidero de visitantes. Putin no nos va a aguar la fiesta y hasta dice Albares que encontró a Zelenski con sentido del humor.
Pero a mí la escena del músico ucraniano Yuri Kerpatenko, fusilado en su casa por negarse a brindarle un concierto a los rusos, me sobrecoge, en una época de matones en el poder que se saben dueños de arsenales atómicos y de las vidas privadas de la gente.
Cuando yo tenía 5 años se habló por primera vez de una guerra nuclear, con motivo de la crisis de los misiles en Cuba. Y en la carta privada que le envió Kruschev a Kennedy le decía: “Si la gente no muestra sabiduría, el análisis final es que acabarán enfrentándose, como moles ciegas y entonces comenzará el exterminio recíproco… Ni ustedes ni nosotros debemos tirar de los extremos de una cuerda en la que han atado el nudo de la guerra, porque cuanto más tiremos los dos, más se apretará el nudo. Y puede llegar un momento en que el nudo esté tan tenso que incluso el que más tire no podrá tensarlo más, y entonces será necesario cortarlo y lo que eso significa no necesito explicárselo porque usted sabe perfectamente de qué terribles fuerzas disponemos”.
La pesadilla ha vuelto 60 años después. Y Fidel, que, ante los planes de invasión por parte de EE.UU., pedía a la URSS, como Zelenski a la OTAN, intimidar al enemigo con el arma innombrable, me diría mucho tiempo después que el sentimiento que albergaba era de gratitud hacia Kennedy, porque no acabó con Cuba cuando lo pudo hacer y el Pentágono se lo exigía. A veces pienso que en la actual encrucijada haya un atisbo de magnanimidad como entonces, se afloje la cuerda y no haya que cortar el nudo gordiano con una espada como Alejandro Magno.
Las grandes guerras recientes se inauguraron con la del Golfo, en 1990, por otra invasión (Irak sobre Kuwait). Y los mapas ahora de nuevo andan revueltos. Los guionistas de este periodo conocen la pócima que engancha en los grandes seriales: el miedo que se retroalimenta. Busquemos en la memoria qué día se abrió esta caja de Pandora. Quizá nos valga el 11-S de 2001, el del ataque a las Torres Gemelas, la frontera entre el siglo XX y el XXI. Si ese fue el principio, hay varios finales posibles, que los guionistas barajan en tiempo real.
Mañana, en el Foro Premium, vamos a escuchar a un testigo de excepción que viene de entrevistarse en Kiev con Zelenski, cuya voz sonó el 27 de octubre en el Guimerá, en nuestra Gala de los Taburiente, donde se premiaba, entre otros, a un humorista como él, Manolo Vieira. Pero Zelenski no intervino como caricato para contarnos un chiste, aunque Albares sostenga que conserva la vis cómica, sino para agradecer el galardón a su pueblo y pedir socorro ante el duro invierno, la otra guerra fría, ironía de la historia.
La lógica del siglo XXI es una espiral catastrofista. No es verdad que veníamos de un mundo feliz. Había violencia sistémica y genocidios como en Ruanda. Pero había un mayo del 68 y un estímulo colectivo hacia la libertad. Las manifestaciones progolpistas de Brasil contra Lula elegido en las urnas van en dirección contraria a aquella, en sintonía con la ultraderecha y las nostalgias del fascismo que ya gobiernan en Italia y que Moscú irradia con la rosa de los vientos. Si el azar alinea de nuevo los planetas de Putin en el Kremlin, Trump en la Casa Blanca y Xi Jinping en Zhongnanhai tenemos a los guionistas cerrando la distopía con el peor desenlace, en manos de quienes rebobinan la historia y dan la vuelta al calcetín para cambiar libertad por ilibertad. Los gobiernos iliberales que pasan por las urnas pero actúan como autocracias han conseguido distorsionar la realidad y ya la gente no quiere ser feliz, quiere venganza. Trump quiere volver. Bolsonaro no quiere irse. Venden cara su derrota negándola: es el hecho alternativo estelar. Putin quiere vencer sin ejército, con un farol. Si esta contrarreforma avanza, es el retorno de la represión. Del disparo en la casa de Yuri Kerpatenko, el músico mártir ya no solo de una ciudad sometida, sino de toda una época bajo ocupación. La barbarie de las moles ciegas. Salvo que un golpe de suerte providencial, como tantas veces, deshaga el nudo gordiano y ese sea el mejor final.