tribuna

Charla en los Limoneros

En DIARIO DE AVISOS veo la habitual entrevista en Los Limoneros. Un amigo, Andrés Chaves, hablando con otro amigo, Carlos Díaz Bertrana. Me gusta el tema. Carlos sabe mucho de arte. Está en eso desde hace bastantes años, navegando en un ambiente en el que nos conocemos todos. Sabemos quien llora y quien no, quien procura no molestar y quien se molesta por no estar en las listas, igual que los malos políticos. No es muy humilde ese mundo y Carlos lo sabe. Por eso dice que a Millares, a César o a Chirino, los tres fueron grandes amigos míos, les hiciera falta que las instituciones les estuvieran haciendo mimos continuamente para acreditarse como artistas triunfadores y rotundos. Efectivamente, hay un arte “oficializado” que vive del corralito, que se organiza en capillas y, a veces, hasta hace manifiestos para acreditar su exclusividad, agrupándose, como los alevines en el cardumen, para aparentar algo que solo se consigue desde la individualidad. Andrés es un periodista veterano y sabe dónde está el interés de la noticia, así que no dudó en preguntarle sobre el discutido proyecto del Museo Rodin, en el antiguo colegio de las Asuncionistas. Es una lástima que este edificio esté abandonado y sin uso. La última vez que estuve allí fue para ver a Faemino y Cansado y me reí bastante. Coincido con la opinión de Carlos en la improcedencia de un museo de copias, que encima cuestan 16 millones de euros. Me recuerda a las pirámides de Güímar con la réplica de la Kon-Ti-Ki.

Además, ¿por qué Rodin? Aparte de otras consideraciones, lo considero un poco anacrónico, como si después de tantos años de intentar estar a la vanguardia, desde la Exposición Surrealista, hasta la muestra de esculturas en la calle, que han pasado a ser patrimonio cultural de la ciudad, Santa Cruz decidiera dar marcha atrás y dar satisfacción al gusto de su sociedad más conservadora. En el arte todo es relativo y aceptable. Mi entrañable profesor, don José María Balcells, me enseñó a verlo así. Por eso me aconsejaba que no discutiera sobre gustos artísticos, sobre ideologías políticas o sobre religión. Este ayuntamiento es el mismo que cortó con una radial una escultura de Martín Chirino porque molestaba al desarrollo de la fiesta más populista.

El proyecto del museo Rodin viene a interrumpir la senda que se inicia con la elección de una seña de identidad comprometida con la modernidad. Estoy seguro de que a Adán Martín no se le hubiera pasado por la cabeza. Luego se deslizan algunas sospechas que pueden convertirlo en un escándalo, pero en eso no quiero entrar, porque no me gusta que todas las diferencias que tienen que ver con los diversos proyectos políticos acaben en los tribunales, después de sufrir largas campañas de escarnio en los medios de comunicación, casi todos foráneos.

Después de este paréntesis, quiero expresar mi satisfacción por reencontrar a Andrés con Carlos hablando de las cosas que siempre me han interesado. Aunque parezca lo contrario, son personas que luchan por no dejarse influir ni contaminar por los clanes a los que un día se me ocurrió en denominar el sindicato de la cultura. La cultura nunca puede estar sindicalizada ni monopolizada porque en ese momento estaría perdiendo sus principales características: la impronta, la libertad y la independencia para nacer. Querido Andrés, a ver si un día nos vemos a comer con Carlitos, con Juan Manuel y con Aurelio. Un fuerte abrazo.

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