por qué no me callo

López Aguilar pasa revista a Europa

El espíritu de este tiempo. El latiguillo favorito de Carl Jung cobraba cuerpo ayer en el SocialLab de la Fundación DIARIO DE AVISOS a medida que el eurodiputado Juan Fernando López Aguilar entraba en materia. ¿Cuál es el espíritu de Europa en este tiempo de guerra y flaqueza económica, de populismos e involución? Las respuestas de Aguilar a un tiempo de megamenazas, como diría el gurú de la Gran Recesion Nouriel Roubini, fueron murmuraciones inquietantes: “Está pasando, los estamos viviendo, no podemos negar que está ocurriendo una guerra en nuestras propias fronteras”.
Ahora mismo corre una brisa desconcertante en Europa. Ayer se seguía discutiendo sobre la cesión de los tanques Leopard a Ucrania. Aguilar admitió que se actúa hilando fino, dando a Zelenski armas para defenderse sin cruzar la línea roja de una intervención de la OTAN que desborde esa franja invisible que separa esta guerra territorial de una guerra mundial que tiene nombre y apellidos, a la que Biden aludió con el bíblico Armagedón.
El Foro Premium ha recibido, a lo largo de más de un lustro, a personalidades públicas avezadas en asuntos trascendentes. Ayer suponía un hecho inédito que el tema de fondo fuera cómo librar una guerra sin que desemboque en una guerra nuclear. Los lectores del futuro, si todo vuelve a su orden natural, pensarán que esta sesión monográfica en nuestro think tank del Plató del Atlántico era una incursión a la entrañas del infierno de este siglo. Por dantesco que parezca, de esa naturaleza es el tema en cuestión: el mayor de todos los peligros obliga a la generación que vive este momento a poner toda la cordura y sensatez en evitar caer en el averno de Putin.
¿Es tan mefistofélico como lo pintan el ruso? ¿Capaz de envenenar a opositores, tirar por las ventanas a rivales y enviar cartas bomba a los embajadores de Zelenski o a Sánchez? Con la prudencia debida, Aguilar no ocultó que en el Parlamento Europeo se adoptan medidas de seguridad individuales y colectivas por lo que pudiera suceder. En Bruselas son muy comentadas las alusiones de Borrell a las cautelas preceptivas a la hora de tomar el café o la infusión. Pero al hombre que concentra todo el poder humano y divino (Kirill, su fiel patriarca ortodoxo) de Rusia, que pone baterías antiaéreas en los tejados de Moscú por miedo a un ataque y que se ha salido del marco del cuadro donde confluían las grandes potencias debe dársele siempre una salida. Que Ucrania no pierda la guerra sin que Rusia se sienta derrotada, vino a decir López Aguilar al expresar en voz alta la funambulesca pirueta que la diplomacia occidental ensaya a estas alturas de una guerra que va a cumplir un año en el filo de la navaja de una guerra nuclear.
España y Marruecos, a su juicio, han buscado una entente cordial en un revuelo de la historia, o, de lo contrario, la vida sería insufrible a cada lado de las fronteras de dos países vecinos.
La postal de este tiempo, que decíamos, incluye una serie de selectos protagonistas, que Aguilar citó en su radiografía: Macron, Scholz, Sánchez, António Costa… Y no podían obviarse las vergüenzas de este pasaje turbio de inflación y bombas. También habita la corrupción en las sentinas de la alta política europea. Salió a relucir el nombre de Eva Kaili, aún en prisión preventiva por el Catargate. Aguilar admitió el estupor de su bancada (la eurodiputada griega es socialdemócrata) y la indignación del escándalo que la justicia deberá esclarecer. Antes de cerrar el telón, asomó el nombre de Trump. El trumpismo ha superado a su propio creador, sentenció Aguilar, y ahora se teme que regrese él o su espíritu. El espíritu de este tiempo es maquiavélico.

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