tribuna

El grito de Francisco en África

África es un continente donde la guerra, la violencia, el hambre y la pobreza extrema campan a sus anchas. África tiene hoy la tasa más alta de conflictos en el mundo. En África están siete de los diez mayores campos de refugiados del mundo. África es el continente donde la mujer está más desprotegida, sufre la mayor tasa de abusos y violaciones, todavía es sometida a la ablación, a la precariedad y a matrimonios precoces o concertados. África ha sido olvidada por los que la colonizaron y explotaron durante décadas. Está gobernada por dirigentes corruptos o tribales y solo “atendida” por quienes hacen negocio con las guerras en Sudán del Sur, Mali, Chad, Somalia, Congo, etc., y por quienes quieren esquilmar, otra vez, sus reservas de minerales como el coltán, o colonizarla, económica y políticamente, como están haciendo Rusia y China.

A esa África, concretamente a dos de los países más conflictivos, Congo y Sudán del Sur, ha viajado el Papa Francisco. Y el viaje ha tenido escaso eco en las televisiones o periódicos españoles –con algunas excepciones– y seguramente también en las homilías de la misa dominical, a pesar de que África es, por contraste, el lugar donde más está creciendo el cristianismo.

La guerra en Sudán –solo doce años de independencia– se ha cobrado más de 400.000 muertos y dos millones de desplazados o refugiados. La malnutrición afecta a dos tercios de la población. En Congo, desde 1996, hay más de cinco millones de muertos, más de 5,5 millones de desplazados y cientos de grupos paramilitares que matan, violan, asesinan y roban sin piedad, sin límite y sin control. Pero ni Sudán ni Congo ni toda África son Ucrania. Están lejos. No “interesan”. No son noticia.

“Arranquen las plantas venenosas del odio y del egoísmo, del rencor y la violencia, derriben los altares consagrados al dinero y a la corrupción. Hay que edificar una convivencia basada en la justicia, la verdad y la paz y plantar semillas de renovación”, ha repetido Francisco en el Congo y ha añadido: “África no se toca, África es el futuro, África merece ser respetada y escuchada. Dejen de asfixiarla. No es una mina que explotar, no es una tierra que saquear. El veneno de la avaricia ha ensangrentado la belleza de sus diamantes”. “No se dejen manipular”, ha dicho a los jóvenes, “por quienes buscan usarlos para mantener la espiral de la violencia”.

África, ya lo he dicho, no es Ucrania. La tragedia de África puede empeorar aún más si nadie hace nada. Los jóvenes tendrán que seguir huyendo de allí para no morir en la guerra o por el hambre. Occidente tiene que ayudar a África para que terminen las guerras, para que la convivencia sea posible y para que haya algún futuro real allí. El grito airado de Francisco se tiene que escuchar. Y debería ser acompañado por los defensores de los derechos humanos, del progreso, del feminismo. Su silencio, nuestro silencio, es atronador.

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