tribuna

Los globos sonda

El globo es la niñez y el globo sonda, coloquialmente, equivale a una bola, una trola, un embuste con que medir la reacción de la opinión pública. Es un ardid para ejercer el control político, una vieja argucia. La gran broma ahora es el pan nuestro de cada día. Todo es verdad y todo es mentira todo el tiempo. El espectáculo no ha hecho sino empezar. Nuestro mundo, ese globo, es una falacia.
No hay manera de sacudirnos el morbo de encima. Estábamos equivocados. Esta no es la era del miedo, de la pandemia, de la guerra nuclear ni siquiera de la guerra de Ucrania, que el viernes cumple un año y es nuestra muela del juicio final, para seguir con el guion. El verdadero rasgo que distingue nuestra época es el sentido del morbo de lo dantesco, que se ha hecho adictivo y viral y ha generado su propia gula y su industria de bulos y fakes, a cual más escalofriante para engancharnos de un modo insaciable. De tal bestiario seremos testigos y víctimas en adelante. Las viejas mitologías inverosímiles cruzan la raya y se adueñan de este Matrix (una de cuyas creadoras hermanas Wachowski ha venido a nuestro Carnaval).
Una gran incertidumbre rodea todo este montaje, que no es parte de una moda ni de ninguna modernidad tardía, sino una cultura de lo imbécil en toda regla. El homo pandemicus (que ha salido con sus vacunas ingenuo y manipulable como Jim Carrey en Truman Burbank) hace suya la crisis de los globos y la cuenta atrás de la supuesta llegada del Principito, que es parte de los globos de la infancia y celebra el 6 de abril el 80 aniversario de su publicación.
Así que estamos presos en una telaraña y la siguiente entrega siempre será más escabrosa. El desasosiego se apoderó de nosotros. Nos robaron la felicidad.
Da gusto tener a mano estos Carnavales para deshacer el embrujo. Que una ciudad como la nuestra sea capaz de reírse de este Show de Truman, como ha podido comprobar la Wachowski, que estaba de incógnito en la Gala, nos convierte en la isla de un mundo desquiciado, porque esta indiferencia es un refugio.
La crisis de los globos es como el docudrama de Halloween de Orson Welles en la CBS en 1938 (hace 85 años), basado en la novela de H.G.Wells La Guerra de los Mundos, cuando el futuro genio del cine sembró el pánico de los americanos fingiendo en las ondas una invasión de extraterrestres. Se repite la ficción.
La propia Raquel Welch (que se nos ha ido con esta ráfaga mortuoria de febrero) rodando en los años 60 en Las Cañadas una fábula prehistórica con dinosaurios y mujeres en bikini provocó un síncope mundial en la fabril y cándida Hollywood dando paso al mito de la sex symbol y al destape global que tardaría unos años en colonizar las portadas de Interviú.
El globo sonda siempre fue un infalible recurso esporádico para anticipar un acontecimiento impactante. Ahora, se ha vuelto un ritual las 24 horas del día para mantenernos en vilo sin tregua. El bufido pertinente del dragón. Y esto trae consigo letanías como la del fin del mundo, leitmotiv del hit parade. Ahora todos los días son finalistas. La carrera armamentística se reactiva, la OTAN se ha quedado sin municiones, hablar de tanques y cazas se ha vuelto un tema de conversación global. Esa ahora es nuestra liga. Y todo debe ocurrir con la celeridad de una gacela junto a la Rueda de la Ley. Los ufólogos aguardan al día en que se desclasifiquen los informes secretos del Área 51 americano, el búnker de los sabios de los ovnis en el desierto de Nevada. El cine no podrá superarlo.
La intriga ya arraigó tras la pandemia, que constituyó el gran hallazgo, paralizó el mundo y abrió la veda. De ahí sale Elon Musk. Los Bill Gates, Jeff Bezos y Zuckerberg pasaron a ser personajes vintage. Había que subirse al cohete de SpaceX y darle la mano al marciano donde quiera que esté. La inteligencia artificial acompaña al fenómeno. Cuando aterrice en la Tierra el primer extraterrestre en visita oficial no será recibido por un ser humano, sino por un robot.
La máquina de impresionar no parará. Nos levantamos con mirada inquisitiva, reclamando nuevos episodios. ¡Algo habrán inventado ayer, no nos dejarán hoy en ascuas!, nos decimos con mono.
En el Silicon Valley de estos affaires en boga (escándalos, fakes, cisnes negros, rinocerontes grises, armagedones…) no pueden defraudarnos en su oferta de scoops. Somos consumidores. Alguien tiene que abastecer el mercado.
Los chinos y los americanos vienen jugando a los globos espías desde hace tiempo. Pero alguien decidió derribarlos y engendró una historia. Un portavoz militar del Mando de Defensa Aeroespacial Norteamericano, el comandante Glen VanHerck, deslizó estas palabras: “No soy capaz de decir cómo se mantienen en el aire” y a la pregunta de la nube de periodistas, “¿son extraterrestres?”, respondió con suspense: “No descarto nada”. La Casa Blanca no ha hecho sino inflar el globo con correveidiles. “No hay indicios de extraterrestres (…) con estos derribos recientes, quiero asegurarme de que el pueblo estadounidense lo sepa”, declaró la secretaria de prensa Karine Jean-Pierre orsonianamente.
Despachamos la pandemia (Canarias está en circulación controlada por primera vez) y ya se insinúa a media voz la gripe aviar. Lo de un conflicto armado Washington-Pekin se deja caer como quien no quiere la cosa, en el marco de una nueva Guerra Fría con los barcos nucleares rusos en el Báltico.
La única opción cabal es declararse optimistas a contracorriente. La sugerencia me la hace un buen amigo con mucha juventud acumulada, como suele decir Mario Alonso Puig, nuestro coach nacional, que intervendrá el 8 de marzo en el Foro Premium de la Fundación DIARIO DE AVISOS y que es nuestra tabla de salvación, con un pie en la escuela de Hipócrates y otro en Einstein, aquel que dijo que “nada es un milagro o todo es un milagro”.

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