después del paréntesis

La diferencia

Sustancia la intriga de las horas eso que conforma a cada ser, lo que cada ser es. El filósofo lo proclamó, divino Spinoza, la piedra quiere ser siempre piedra, la flor siempre flor, el sol siempre sol y las bacterias siempre bacterias. Pero en la trama de los nacidos una cosa es ser y otra cosa es cómo y por qué ser. Ello sustancia el asunto más proverbio de la humanidad en el último siglo: mujer, qué es ser mujer. Y ello aduce para mí un factor sobresaliente, el factor más excelso ante el que nos hemos topado y topamos los nacidos: la diferencia. Tal cosa es lo que ha programado a este mundo desde que el mundo es mundo. Aunque la vieja historia adujera que el mundo optó, es decir, que los machos lo conquistaron, no que lo ganaron. Y ello por una perspectiva, solo una perspectiva: hombre en el fulgor de condicionar, de elegir unilateralmente, de engañar (adulterio), de matar (la guerra), de imponer, de instar, de escribir leyes en favor propio, de no conciliar…; hombre en el afán contrario de la especie por el miedo a la mujer. Y esa es la perspectiva que ha instado el planeta desde que el planeta se reconoció como planeta, de ayer (con las ganancias previstas de los machos) hasta hoy (con la duda y el reajuste). De manera que la mujer de entonces (apartada, sojusgada e incluso con cerebro más pequeño que el cerebro de los hombres) sentencia la tensión de los contrarios: macho así, en política, negocio, conflicto…, mujer así en su probidad, en su espera, en su sacrificio, en su disconformidad y en su sustancia ética, en la sustancia reparativa que la conforma, en su radical discordia. Porque es ese litigio el que ha desajustado al mundo, el que ha puesto al mundo a cavilar y al revés. Lo que el verdadero feminismo persigue, el feminismo de pensamiento, el feminismo de la sospecha, lo que persigue no es igualar a los hombres y a las mujeres, lo que persigue es que las dos entidades se precisen por lo que son y que el uno no imponga a las otras los méritos sino que los méritos decidan igual que decide el ser frente a la repulsa del ser por ser contraria. Es decir, esto soy en puridad y por ser en puridad consagro el derecho frente a los que nos han excluido por ser lo que somos. Y eso instaura a la mujer, el hecho proverbial de que el mundo no es uniforme. Y esa disfunción es en verdad quien hace constatar no solo a la evidencia, sino a la conciencia. Y los seres humanos somos consciencia. Eso es lo que nos hacen ver las mujeres.

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