Somos, acaso, un mundo feliz? ¿Podemos hacer algo al respecto, aun en condiciones tan desfavorables como las actuales? ¿Es la felicidad un asunto urgente o hay cosas más importantes en nuestras vidas? El homo pandemicus, que sobrevino tras la epidemia de COVID, tiene ante sí este reto.
Dice Mario Alonso Puig que en Tenerife se siente afortunado por venir al paraíso. Es un cumplido. Pero el Jardín de las Hespérides no ha hecho inventario de sus mitologías. De hacerlo, hallaría su propia fuente tácita de felicidad y daría ejemplo al mundo. Como Bután o Finlandia y otros edenes. No se nos olvide que aquí un presidente autonómico, Adán Martín, pronunció en el Parlamento, hace 20 años, un discurso de la felicidad y fue paradigmático. En ocasiones, las islas convocan a los continentes para educar en el espíritu de una época.
Este momento es el que es. Están dadas todas las condiciones para vivir en un estado de alarma. Mario Alonso Puig nos previene: ahora que sentimos que todo se derrumba (la economía, la salud y la logística internacional) es cuando no podemos venirnos abajo, sino sacar la grandeza que llevamos dentro.
La apelación al optimismo en campo minado no es una idea peregrina. Le preguntaron a William James, el padre de la psicología anglosajona, cuál era el descubrimiento más importante del siglo pasado sobre el desarrollo humano y habló del pájaro feliz. “El pájaro no canta porque es feliz, sino es feliz porque canta”. El sentimiento surge cuando empezamos a actuar, el comportamiento nos cambia el carácter. Con esta máxima, por cierto, nace mañana en Atlántico Radio, el programa Good morning, Canarias, con Willy García y María Rozman. Con ayuda de un poco de luz sacaremos la oscuridad de la habitación, como suele decir Puig. Es lo que hacemos en Carnavales en Tenerife, salimos a la calle disfrazados (ya fingimos con la indumentaria), con la careta puesta (simulamos personalidades histriónicas) y, aunque la procesión vaya por dentro, bailamos y cantamos. Como el pájaro feliz.
El Foro Premium del Atlántico, de la Fundación DIARIO DE AVISOS, invitó esta semana al reputado conferenciante y divulgador científico, y su intervención (y entrevista con Juan Carlos Mateu y María Rozman) fue un alegato contra la parálisis emocional en tiempos de crisis. Puig, cirujano general y digestivo durante un cuarto de siglo, sobre todo en Estados Unidos, hace 20 años se reinventó como un juglar de la psique inmune. Contó que en la decepción española del 98, con la pérdida de Cuba, reprochaban a Joaquín Sorolla que pintara cuadros luminosos en mitad de la consternación nacional. Ahora necesitamos la luz de Sorolla para desalojar las sombras de nuestra psique. Necesitamos una psique inmune a estos avatares trágicos, como necesitamos un sistema inmune frente a posibles enfermedades.
La salvación de la especie humana, amenazada como nunca de extinción a causa del cambio climático, la pandemia o una guerra nuclear, implica retrasar el reloj de Chicago del Juicio Final, que hoy está a 90 segundos de la medianoche apocalíptica. Y pasa por salir de nuestra zona de confort como si de un ultimátum se tratara, a fin de librarnos de un fatal desenlace, ya que vamos proa al marisco. Puig cita al filósofo y economista escocés Adam Smith: “El pez no sabe que esta dentro del agua hasta que le sacan de ella”. Nos hace falta una “insatisfacción inspiradora”, suele decir Puig.
Este es un mundo de cara redonda que abre la boca e ingiere un ansiolítico. La OMS está alarmada con el repunte de la ansiedad y la depresión tras la pandemia. Puig contrapone sencillos hábitos saludables ante esta plaga de aflicción y estrés: esforzarnos en reír, caminar a paso ligero, seguir la dieta mediterránea, dormir una media de siete horas… Invoca sesiones de silencio que no tienen que ser prácticas de ascesis benedictina, sino rutinas de quietud y mindfulness. Su plan es hacernos amigos de la amígdala y otras secciones del cerebro para paliar los miedos contemporáneos. La propia medicina descreía de la incidencia de las emociones en la salud. Hoy para la Universidad de Harvard es un canon incontrovertible. Más de cien mil millones de neuronas están tomando decisiones en base a nuestro estado de ánimo y no les prestamos atención.
A nosotros, los de letras, nos avisa: “El lenguaje no solo describe, sino que crea la realidad”. El poder de las palabras. El mundo avanza influenciado por el idioma de la vida.
Desde Vancouver (Canadá), hace ahora 25 años, un escritor alemán, Eckhart Tolle, que pasó la adolescencia en España, fue vagabundo y sufrió depresión, dio a la luz un libro icónico, número 1 del New York Times, El poder del ahora. Puig, en sintonía con Tolle, es autor de obras que cohesionan el universo filosófico de Oriente con la cultura occidental. Ambos aleccionan sobre una necesidad crucial: vivir en el presente; algo tan elemental que pasa desapercibido. Las charlas de Puig contienen viajes eruditos muy inteligibles a través de textos primigenios. de hace 2.500 años, como el Bhagavad Gita, la biblia hindú, que inspiró a Gandhi, o el Tao Te Ching, de Lao Tse, el mítico filósofo chino. Entonces irrumpe el príncipe indio Siddharta Gautama, el primer Buda, y en la Grecia antigua, en la Escuela de Pidauro, en el Peloponeso, asoma Hipócrates, el padre de la medicina, o en Atenas, Sócrates, el padre de la filosofía. Sabios visionarios cuando no había tecnología. Antes de que por resonancias magnéticas funcionales se supiera, Santiago Ramón y Cajal, el Nobel español, intuyó la neuroplasticidad (las nuevas conexiones neuronales) y dijo aquello tan audaz de que “cada ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”. (Algunas cabezas que gobiernan el mundo no han sido moldeadas con buenos propósitos.) Hoy es un hecho probado la neurogénesis: la creación de nuevas neuronas hasta muy avanzada edad. Algo tan extraordinario y revelador.
El discurso de Mario Alonso Puig es políticamente potente, pero ignorado por los políticos. En fechas preelectorales como estas nos preguntamos qué desea la gente. Bastaría con que uno solo de ellos se dirigiera desde la tribuna al corazón de su amedrentada audiencia y al alma en vilo de sus votantes con un escueto decálogo sobre la salud mental y el entrenamiento físico para afrontar la vida, y lo más seguro es que lo entenderían. Y lo más probable es que lo entenderían por primera vez.