Me recuerda Zenaido Hernández que una vez hice ir a los tres a la redacción de La Tarde, a Martín, a Carmelo y al propio Zenaido, porque habían redactado un titular tan grande como una crónica. “Así no se titula”, les dije, “sólo dos o tres palabras”. Pero luego ellos siguieron aprendiendo y las firmas Martín, Carmelo, Zenaido, luego Carmelo Martín (para El País) y después cada uno por su lado, en prensa, radio y televisión, equivalían a calidad informativa. Martín Rivero era un periodista de mucha raza, pero también una buena persona y un gestor cultural y organizador de espectáculos de gran calado. Era imaginativo y quizá alguna vez, como ocurre siempre, no fui justo con él. Pero él admitía las críticas con naturalidad y con una bonhomía que era innata. Ahora Martín, premio Canarias, referente también del periodismo isleño, ha muerto en Madrid. Su enfermedad ha sido grave y breve. Se ha ido casi sin que nos diéramos cuenta, en un acto tan discreto como su propia vida. Lo lamento mucho; ya se lo he dicho a su hermano Carmelo, adjunto al director de este diario y amigo de muchos años. La vida no es fácil para nadie; para Martín Rivero tampoco lo fue. Ha escrito Zenaido Hernández un obituario lírico muy bonito de quien fue su amigo y compañero de mil batallas. En todas las crónicas sobre Martín hay un lugar común, la librería de Paco Martínez del Rosario, en la calle del Castillo, donde ellos, los miembros del trío Martín, Carmelo, Zenaido se pasaban horas leyendo. Han hecho mucho por el periodismo en Canarias y ahora a ese trío históricamente indivisible lo ha roto la muerte. Parece mentira que Martín, que sólo tenía 68 años, ya no esté. Se lo ha llevado una enfermedad tan rápida, o más, que una puta crónica. Hasta luego, amigo.