después del paréntesis

Soñar

El poeta cantó “y los sueños, sueños son”. Por lo cual se confirma la esencia del sueño. Es decir, es, existe, se manifiesta. Y entonces los sueños siempre dan a entender, pese a lo que contengan fuera del real. Y de ese modo ocurre porque los sueños contradicen a lo que existe, a su maléfica constatación, al hecho de vivir con todas sus consecuencias. Se deduce, pues, que es lícito confirmar en la estima hombre/mujer la instancia del sueño. Por la certidumbre que nos define y diferencia: la capacidad de pensar. Y por pensar los dos ajustes sistemáticos que nos sentencian: la tensión de lo infinito (el espacio infinito, las líneas infinitas, los números infinitos…) y la capacidad en reflejo de Dios, del Hacedor, de crear , de propagar lo irreal (cual el Dios dicho sanciona el todo, lo completo, el no tiempo frente a la representación y el acabado de los mortales). Eso somos; el sueño ratifica semejante conformidad. Todos soñamos. Pongamos, en primer término, que lo hacemos de manera inconsciente. Así se constata cuando descansamos, cuando dormimos. Sueños que habremos de recordar, conforme persigue el psicoanálisis, para analizar, para definir los trastornos y actuar. O no recordar aunque lo que deducimos de las ilusiones sea eminente: llegar hasta el esplendor de lo no experimentado o el terror más espeluznante de las pesadillas, la muerte, el peligro o la maldad siempre a sus pies. Ahora bien, eso forma parte del valor supremo de los nacidos, no de los sueños. Lo que confirman y sustancian cabalmente los sueños es la voluntad de soñar, eso de soñar porque me da la gana. Y ahí el intríngulis manifiesto. ¿Por qué el sueño voluntario? En ello la actuación inapelable: sujeto-mundo, sujeto-existencia mas sujeto-mundo, sujeto-existencia no en el mundo y en la existencia sino en la quimera. Porque lo que sustancia el sueño en ese caso es lo que se constata en él: acreditar el repudio de lo que se vive, negar lo que existe. No es que el sueño proclame la alternativa; el sueño sustancia lo que en sí es, categóricamente lo que es: la absoluta destrama del real. En ello algunos seres de este mundo marcan su vida, divino Fernando Pessoa, digo, y su proverbial el “Libro del desasosiego”. La astucia del soñar en ellos no aplaza el mundo; la astucia del soñar en ellos afianza el mundo. Los sentimientos, los afectos…no se comparten. No hay más ostentación que la figura enhiesta de la otredad. Hombre/mujer en sueño, que no es lo mismo que hombre/mujer por sueño.

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