Miren, durante el franquismo las palabras y frases que circulaban por la calle eran “secreta” (por la policía); “Arriba España”, por la jerga de la oprobiosa; “el Caudillo”, por el pequeño general; y “pertinaz sequía”, por el anuncio prematuro del cambio climático. Cuando la bendita Transición, términos como “la plataforma”, “la platajunta”, y otras memeces hicieron fortuna. Hasta llegar a la época actual, que por cierto conlleva menos libertades que aquella del tránsito de la dictadura, convertida en dictablanda, y la democracia. Ahora veo más analfabetos funcionales gobernándonos. Hoy podemos hartarnos de resiliencia, por ejemplo. Yo he tenido que ir al diccionario, porque no tenía puta idea del significado de la voz: “Capacidad de una persona para superar circunstancias traumáticas”. La izquierdona, en su delirio, no hace sino pronunciar la dichosa palabreja y la aplica a todo, hasta para retirar una lata de leche condensada de la estantería de un supermercado. Luego está eso de trasversal. Todo es trasversal: las leyes, los comportamientos, la madre que los parió. Y resulta que trasversal significa: “Que está atravesado de una parte a otra de manera perpendicular a su dimensión longitudinal”. ¿Cómo se puede atravesar una ley? Por otra parte, la palabra bobo, que yo aplico a los que usan con reiteración las dos voces anteriores (recuerdo: resiliencia y trasversal) tiene su traducción en el atinado lenguaje de José Mota: “Tonto del tó”. Soy consciente de que el lenguaje nace en ocasiones de la jerga de la calle, pero por el hecho de que el fallecido Manteca, el cojo Manteca, rompiera farolas, no íbamos los demás a hacer lo mismo; así que métanse la resiliencia y lo trasversal por donde les quepan, que esas palabras no proceden del pueblo sino de los despachos de los políticos, donde no abunda la cultura y sí el nada que hacer.