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El disidente pacto palmero que cambió la ‘historia’ en Canarias

Con Anselmo Pestana (PSOE) y Asier Antona (PP) estalló en 2014 el volcán de los acuerdos de gobierno en las Islas
El disidente pacto palmero que cambióla ‘historia’ en Canarias

El quid de estas elecciones es el paso del tiempo. Los que en CC llevan trienios acumulados saben que un mal resultado tendría un alto coste político. Desde la cabeza hasta los pies del partido. Clavijo no necesita que le digan que en CC no soportarían continuar en la oposición.

Ayer, era su holograma el que pactaba sin éxito por los pasillos del Senado los votos del PNV para el PP en la moción fallida del REF. Pero esta campaña desliza por primera vez la sospecha de que algo se ha roto en el alma del bloque conservador de Canarias y cada uno irá por su lado la noche del 28, cuando de las urnas se pase a las contratos nupciales en las corporaciones.

Cuatro años en la oposición suelen prescribirse como una dieta saludable para toda fuerza política, ocho superaría las reservas de paciencia de toda una generación, que pasaría de golpe a un estado de senectud. Las fotos no engañan de una legislatura a otra. Todo discurre muy deprisa, el tiempo es oro. Las canas, la alopecia de la política es terrible. Así que esta vez se rompe la baraja y se regatea hasta el último municipio, sin vergüenzas ideológicas, llámese Vox, Podemos o Drago Verdes.

La Palma fue el laboratorio. El eneagrama político de la isla se diferenció del resto en 2014. Donde los tacones de Blahnik pisaron los callos y tabúes de los partidos en Canarias y Madrid, pero no en la calle Real. Allí, Anselmo Pestana (PSOE) y el PP cambiaron la historia. Asier Antona, el exlíder conservador palmero y por entonces secretario general de su partido en las Islas, ha contado en privado las claves de esa pinza contranatura. Y quién sabe si un día en La Moncloa se hablará del precedente palmero que estalló como un volcán en la política regional y nacional. Hubo hasta desgarros internos en el PSOE, expedientes y expulsiones por la indisciplina al cruzar el Rubicón y pactar con el PP. Alea iacta est. La heterodoxia pasó a ser un pecado de juventud y finalmente la herida se tornó en una cicatriz recurrente, una majadería, la previsible disidencia palmera. Hasta hoy.    Las aguas discurren en Coalición Canaria con la natural turbulencia de los últimos episodios a bordo. Por más que se dé una imagen forzada de normalidad, todos los días no dejan un partido tres socios cualificados. CC era un invento, sin duda, afortunado, como demuestran sus 26 años en el poder autonómico y una continuidad aún más dilatada en instituciones locales. Un florilegio de siglas no dura por los siglos de los siglos, pero se autodestruye desde que empiezan a caerse las ramas. CC ha pasado de la primavera al otoño en tres décadas. Los anillos del árbol revelan la edad y el estado de la corteza.

La censura de Hermoso a Saavedra, en el 93, fundó un partido. Por los pasillos del Parlamento, Francisco Ucelay, el legendario portavoz de las AIC y tótem de cabecera de toda una generación de políticos empresarios, me decía:

-Solchaga se está cargando el REF. Y no lo vamos a consentir, aunque haya que declarar la independencia de Canarias.

Pocos darán crédito a las palabras de Ucelay, pero en petit comité susurraba aquellos días una letanía cubillista que hoy puede parecer una salida de pata de banco, o una simple fanfarronada de nacionalista de boquilla. De acuerdo, el malogrado Ucelay podría estar hablando, en aquella conversación que mantuvimos en Teobaldo Power, con los aires subidos de quien blandía la espada de la censura. Pero mi recuerdo de la escena me hace pensar que lo decía más en serio que en broma. A Hermoso alguna vez le iba a salir ese mismo rejo, como le pasaba a Olarte, que desafiaba los tiquismiquis de la flamante democracia amenazando con el “estado libre asociado” o con su dardo favorito: “Madrid va a saber lo que vale un peine”. Esa gracia y desparpajo se ha ido perdiendo con el tiempo en la política canaria.

Pepito Grillo y Feijóo

Y estos días en que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha aludido en Las Palmas a Torres como el “Pepito Grillo” que presionó hasta conseguir mil millones de Sánchez para salvar el turismo, no he podido por menos que recordar al mismísimo Saavedra (que tenía sus agarradas con Madrid cuando había lugar) enconado con los ministros de González (“hay que estarles enseñando la asignatura de Canarias una y otra vez, porque no se enteran”), él que fue dos veces ministro y no se cortaba un pelo negociando con vascos y catalanes (qué no diría hoy Feijóo, animando las llamas de ETA). Al mencionado Carlos Solchaga, en medio de la trifulca de la reforma del Régimen Económico y Fiscal que le iba a costar la presidencia, le envió una carta advirtiéndole del desastre que estaba provocando con su falta de tacto con la ley que más chispas levantaba en las Islas: el REF. Le informaba de que por ese camino se estaba alimentando ni más ni menos que el independentismo.

Saavedra habría sido un buen nacionalista a la catalana de habérselo propuesto, y en cierta forma, lo fue a su manera a bordo del PSOE. Cuando la España de González abogó por la adhesión a la OTAN, puso el interés justito en cubrir el expediente y Canarias votó mayoritariamente no, cosa que en Madrid nunca le perdonaron. Algún documento interno de su partido sobrenadaba en las aguas de la autodeterminación. Dice la leyenda (y lo que no es la leyenda) que, al abrigo de una corriente de opinión abanderada por Augusto Brito, el tema se llegó a votar en un Congreso socialista y acaso siga vigente. A saber.

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