“Se acabó. Ha sido un largo y tortuoso camino,y hay dos elementos que debemos destacar en este logro histórico, la profesionalidad de la mayoría de nuestros sanitarios y el comportamiento ejemplar de nuestra ciudadanía. Ahora, dejen que me emocione. Se acabó”. Qué mejor especialista en Canarias para despedir oficialmente a la COVID-19 que el epidemiólogo isleño Amós García Rojas, quien ayer escribía este tuit y que cobró especial notoriedad durante la pandemia, a tal punto de ser capaz de generar confianza entre la inmensa mayoría, que, angustiada por la gravedad de la misma, encontró consuelo en este especialista al que siempre se le recordará por su constante consejo: “Calma+Paciencia”.
Finalmente, llegó el día en el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció, más de tres años y siete millones de muertos después, que se retiraba el aviso por emergencia internacional de salud pública motivada por un coronavirus cuyo origen aún se discute entre acusaciones a China por falta de transparencia y las disparatadas hipótesis de los amantes de las conspiraciones.
Si sobre algo no cabe duda alguna es que esta pandemia cambió la vida de toda la humanidad para siempre, porque, aún remitido el peligro, sus efectos permanecen. Sobre todo, las enseñanzas adquiridas por lo acaecido no pueden caer en saco roto y los estados saben de sobra ahora que recortar en ciencia y prevención es, lejos de suponer un ahorro, alisar un sendero que solo conduce hacia la ruina de todos.
Porque una ruina es lo que trajo la COVID-19, que, a fecha de ayer, solo en Canarias está asociada a la muerte de 2.301 personas, muchas de ellas mayores, a quienes sus residencias resultaron ser mortales jaulas en los primeros días de un mal para el que nadie estaba preparado.
También generó muchas otras víctimas entre aquellos cuyos bolsillos no soportaron el brutal frenazo económico que dejó en las Islas el turismo a cero, y a los que la sorprendente recuperación actual no llegó a tiempo, por mucho que la lección aprendida tras la desastrosa política de recortes activada cuando estalló la burbuja inmobiliaria ha dado paso a mecanismos como los ERTE, gracias a los que son legión quienes conservan sus puestos de trabajo.
Decían que de la pandemia saldríamos siendo mejores personas mientras se acudía fielmente a la cita de las ocho de la tarde para aplaudir la entrega de los sanitarios, esos que tuvieron que combatir el mal sin los mínimos medios de protección. Los mismos que siguen demandando como antaño mejoras laborales que se les niegan ante la indiferencia general de los que creen que ya no los necesitan. Hasta la próxima pandemia, claro está.