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Calle Viana (antigua El Pino)

Es una de las vías más antiguas del casco histórico y existe desde la misma fundación de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna
La calle Viana enlaza Herradores con el Cristo. / Mari Cruz del Castillo

La lagunera calle Viana, que comienza en la de Herradores y termina en la plaza del Cristo, es una de las más antiguas del casco histórico y se le conocía desde la fundación de la ciudad como “la calle que va al Hospital de San Sebastián”. Con el nombre de El Pino aparece en la tazmía de 1592. En 1706, como la “guerta del Pino”, en referencia a la huerta que estuvo entre esta vía y la de El Agua. En 1758, en los acuerdos del Cabildo de esa fecha se contempla: “Se manda en pedrar una calle que va desde la esquina de Francisco Linares hasta la del tanquillo, que llaman del Pino”.

Por el lado derecho está la plazoleta a la que se accede por seis gradas de piedra, con la escultura del Hermano Ramón del Colegio Nava La Salle. Realizada en bronce por el escultor Fernando Garcíarramos, a propuesta de la peña Los Viernes y el Ayuntamiento de La Laguna. En el acto de inauguración, que se celebró en abril de 2001, estuvo presente el propio homenajeado, que como siempre, y en agradecimiento, repartió sonrisas entre los asistentes.
Por el lado derecho, en el cruce con la calle de La Carrera, está la Casa de los Capitanes Generales, y por este lado de la vía se accede a la sala de exposiciones de la Oficina de Turismo.

Enfrente, haciendo esquina con Deán Palahí, están los muros donde finaliza el monasterio de Santa Catalina, precisamente a través de estas murallas a finales de abril de 1651, a sus 33 años el noble Jerónimo Grimón y Rojas, raptó de este convento a la religiosa profesa sor Úrsula de San Pedro, dama de histórico abolengo tinerfeño y de gran belleza, con quien antes de entrar en clausura le ligaba una estrecha amistad. Los enamorados tramaron ingeniosamente la huida de sor Úrsula del convento, que burló la vigilancia de sus compañeras vestida de hombre, pretendiendo pasar por un paje de Jerónimo. Se dirigieron hacia el puerto en unos caballos que habían dejado preparados, llegando al barco inglés que los trasladaría rumbo a Vizcaya. Advertida la priora de la desaparición de la monja, denunció el hecho a la justicia, al corregidor La Sierpe, que desplegó gran celo y actividad para detener a la pareja que ya se encontraba a bordo del navío que en esos momentos iba a partir. Frustrada la fuja, se entrega a la religiosa al prelado y se conduce preso a Jerónimo Grimón al castillo de San Cristóbal, ordenando la justicia el embargo de sus bienes. Comprobada la culpabilidad de Jerónimo, se dictó contra él sentencia de muerte.

La tranquila ciudad de La Laguna, escenario de la sacrílega acción del aristócrata, se conmovió al ser testigo también, tres meses más tarde de la firmeza de la ley. En una espléndida mañana del 10 de julio de 1651, una gran muchedumbre se agolpó en la plaza del Adelantado rodeando un cadalso enlutado donde se ejecutó al condenado. Su cabeza ya separada del cuerpo estuvo expuesta al público, aterrorizando a las mujeres que acudían muy de mañana a abastecerse de agua en la fuente municipal.

Sor Úrsula de San Pedro fue restituida al monasterio y obligada a presenciar el suplicio de su amante, en celda de penitencia, desde la cual, y a través de un pequeño ventanillo enrejado, que aún existe hoy sobre la puerta de entrada a la Sacristía; a un lado del altar mayor, donde podía ver el Sagrario e implorar misericordia para sus culpas y la de su infeliz enamorado.
Por el lado izquierdo de esta vía, también haciendo esquina con la de La Carrera, está la Casa Mesa, antiguo Colegio Nava La Salle. Por la derecha de esta calzada y en la actual vivienda número 12, impartieron clases particulares, en la década de los 50, en la llamada Academia Alzola, los profesores Melquiades Álvarez, Ramón García Rojas y Jacinto Alzola Cabrera, entre otros. A este centro acudían los jóvenes para prepararse los exámenes de reválida y reforzar las asignaturas que se les “atragantaban” en el bachillerato.

En el número 18 se encuentra una casa granero del siglo XVI. En la parte baja, sus propietarios instalan cada 3 mayo, una capilla con la Cruz. Más adelante está el conocido callejón de las monjas, hoy denominado calle Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife. A continuación, y dentro del monasterio con acceso por esta calle, está el Museo Santa Clara de Arte Sacro. En este lugar, antes de construirse el convento, nació el santo lagunero, en una vivienda que fue propiedad de Nuño Núñez, primer esposo de doña Mencía Díaz de Clavijo, quien, a la muerte de este, contrae nuevas nupcias con el escribano don Juan de Anchieta. Vivieron en esta casa durante dos años hasta que trasladaron su domicilio a la plaza, entonces de San Miguel de Los Ángeles, hoy plaza del Adelantado.

Una vez que cruzamos la calle de Anchieta nos encontramos con las dependencias del Vicerrectorado de Cultura y el de Proyección Internacional y Cooperación de la Universidad de La Laguna. Al lado de estas dependencias están los jardines del Colegio Mayor San Agustín. Un poco más arriba, a la derecha está la plazoleta que da entrada a la calle Ramón García Rojas.

Por el lado izquierdo se abre la calle Cabrera Pinto, que da frente al edificio de la residencia Hogar del Santísimo Cristo de La Laguna (antiguo Asilo de Ancianos), atendido por la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, que, procedentes de Las Palmas y pertenecientes a la Casa General de Valencia, llegaron a La Laguna en 1897. Las instalaciones de esta residencia ocupan el solar donde estuvo el Hospital de San Sebastián, que se construyó por iniciativa del alguacil mayor de Tenerife Pedro López de Villera en 1507, quien otorgó testamento dejando la mitad de sus bienes para la construcción y mantenimiento de un hospital para pobres.

La calle acaba en su encuentro con la plaza del Cristo.

¿QUIÉN FUE VIANA?

Antonio Hernández Viana (Antonio Viana), hijo de María de Viana y Francisco Hernández nació en La Laguna, en la calle San Agustín esquina a Juan de Vera. Fue bautizado en la parroquia de La Concepción lagunera el 21 de abril de 1578. Fueron sus padrinos el almojarife y capitán Pedro Afonso Mazuelos e Isabel Yana, según partida de bautismo publicada por Rodríguez Moure.

Tanto en los documentos del bibliógrafo Ossuna como en la partida de matrimonio, sus apellidos son Hernández Viana, aunque él adoptó el segundo de ellos posteriormente, cosa frecuente en la época dada la posibilidad que existía de cambiar el orden en los apellidos.
Estudió Medicina en Sevilla a comienzos del siglo XVII. Según don Fernando de la Guerra, Viana fue cirujano mayor de la real armada y médico del insigne hospital del Cardenal. De regreso a Canarias en 1631, el mismo año que edita un libro de medicina en Lisboa, ejerce como médico en Tenerife, por nombramiento del Cabildo General, pues la Isla había sufrido una reciente epidemia de peste y el único médico que había entonces era insuficiente para atender todas las necesidades. También ejerció en Gran Canaria.

La obra de Viana titulada Antigüedades de las Islas Afortunadas fue editada en su primera edición en 1602. También conocido como Poema de Viana, es una crónica versificada de la Conquista de Tenerife, distribuida en 16 cantos, donde la recreación histórica y el lirismo épico lidian con la entidad de una obra.

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