tribuna

Un Ferrari en boxes

Iván Redondo, como todos los lunes, habla desde su habitación de guerra en La Vanguardia. Hoy se ha bajado al realismo, a eso que se llama la realpolitik, para decir que en España no hay segundas vueltas; que todo lo más puede ser un remedo de un sistema deseable, pero con el que no se cuenta; que aquí no hay más crea que la que arde y que estas son las reglas con las que tenemos que jugar el partido. Hace unos días, yo escribía desde esta columna que la comparación de Juliana del anuncio de que el 23 J era una segunda vuelta era una tontería, y me quedé corto. Hoy Redondo dice lo siguiente: “¡No es una segunda vuelta, estúpidos! Tampoco unas presidenciales Sánchez-Feijóo. Estamos, ojo, en un sistema parlamentario y no habrá balotage”. No sé a quiénes llama estúpidos; solo sé que en su artículo, que más parece un tirón de orejas de la seño, reprende a los diseñadores de la campaña por sacar del cajón los viejos argumentos de los hilos del Prestige, del no a la guerra y de la foto de las Azores, sustituida por la de Colón, que dan menos leche que las ubres secas de una machorra. Esta visto que con los viejos eslóganes no hay renovación que suponga una segunda oportunidad, donde se vaya a explicitar aquello que antes no se dijo. Redondo sabe de eso, y reconoce que por ese camino no se va a ninguna parte.
Hace un símil con una carrera automovilística y asegura que el Ferrari de Sánchez se ha metido en los boxes mientras el bólido de Feijóo sigue en pista. Luego cita a mi amigo Víctor Manuel, haciendo referencia a la España de la camisa blanca, o a la que ahí está viendo pasar el tiempo. Esta es una idea conformista, pero además sirve para explicar que el pueblo anda ajeno a lo que hacen los políticos, como la Puerta de Alcalá, que estuvo unos largos meses tapada por unos telones con su fotografía mientras la limpiaban. A este país, de vez en cuando, le ocurre lo mismo, se deja cubrir por unos trapos, como haciéndose el dormido, mientras se somete a una operación de reciclaje silencioso. En el PSOE dicen que son mucho PSOE y que saldrán a ganar. Sin embargo, el propio Redondo asegura que el trauma es real y es complicado zafarse de sus efectos. No quiero hacer barruntos. Eso es cosa de otros, tanto para ganar como para perder. Me limito a comentar lo que veo en la prensa que, queramos o no, siempre es el reflejo de lo que piensa un grupo numeroso de personas.
Cuando es más numeroso el de los que piensan lo contrario se produce un vuelco. Las encuestas indican que algunos coches de la fórmula 1 han sufrido un cierto desgaste y necesitan que les cambien al menos los neumáticos. Esta operación, en boxes, suele ser muy rápida, siempre que los mecánicos estén entrenados, pero continuar con unos viejos o recauchutados no es signo de que se vaya a progresar adecuadamente en la carrera. Y luego está lo de Yolanda, que es como fiar el ganar la liga en función de lo que pase en un campo que no es el tuyo. Estoy de acuerdo con Redondo: esto no es una segunda vuelta ni unas presidenciales, y el que intente convertirlas en eso se equivoca de pleno. El desgaste de esta coalición empezó el primer día, cuando se hizo aquello que se había insistido que no se iba a hacer. Luego se justificó hablando de una coyuntura y de que el pueblo así lo había manifestado en las urnas. Pues bien, pasados cuatro años la coyuntura sigue siendo la misma y el pueblo ha vuelto a hablar diciendo no. Es la hora de preguntar qué parte del no, no se ha entendido, y de sí es acertado plantear la misma propuesta esperando una respuesta afirmativa, disfrazada de segunda vuelta. Digo como Redondo: ¡la segunda vuelta no existe, estúpidos!

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