La generación de Carlos Alcaraz tiene la particularidad de que ha cogido el testigo de la noche a la mañana. Goza del brío de una época que emerge tras una serie de episodios traumáticos que habían sembrado el pesimismo general dentro y fuera de España. Es la generación de la pospandemia, que lleva una antorcha que anuncia un tiempo nuevo y parece dispuesta a comerse el mundo pese a los reveses de la historia.
España de cuando en cuando da campanadas de esta naturaleza. Cierto que parece más propio del deporte, como ocurriera en el caso de Pedri, por barrer para casa con otro de esos destellos que adquieren una rápida repercusión mundial. Pero se trata de un nuevo constructo de país que desmonta sus peores clichés y sorprende con otra personalidad más allá de los Pirineos, como Canarias, antes tan contenida, ahora compite como si nada en el continente.
Hay momentos estelares, como este, en que, contra todo pronóstico, que diría Sánchez, el mundo no se hunde, sino se levanta con una remontada. Son nombres que rompen el cascarón en el ámbito de las letras, la música, la ciencia o la cocina, como demuestran los premios gastronómicos decanos de España que concede la Fundación DIARIO DE AVISOS, desde ahora con rango nacional. Hay una evidente vocación española de laboratorio de talentos en una era de sequía de iconos bajo el pesimismo de una guerra y las secuelas de una pandemia. Un esplendor en tiempos anómalos.
Europa, de pronto, se ha puesto a mirar hacia España, como si descubriera un país de referencia, un vivero multidisciplinario, un clavo ardiendo al que agarrarse. En lo político, porque este domingo será una prueba de fuego para la estabilidad de la UE, a riesgo de un posible giro en las urnas hacia la ultraderecha.
En lo económico, porque España es la pauta, cuando el turismo vuelve por sus fueros, para sortear la recesión. Es la que sale mejor parada del club en el trance de una economía de guerra. Una cuestión que rebate el PP en la campaña electoral, como hace Trump en América frente a los demócratas, y que importa en España por primera vez el recurso al bulo y la desinformación junto al mantra de Correos y el patinazo de las pensiones.
España invocaba una generación que rompiera moldes. Esta es la hora, cuando el cambio es superlativo y salta de Internet a la inteligencia artificial, y los liderazgos van a ser una exigencia básica de primera necesidad para no quedar rezagados. Alcaraz es en el tenis, tras ganar en Wimbledon y proclamarse número uno del mundo, el prototipo de lo que hubiéramos llamado la marca España, pero están los otros alcaraces que reinan en el mundo de la empresa, la Universidad, la ciencia. Una generación en la vanguardia de líderes españoles de proyección internacional.
La campaña electoral impide una mirada neutral a la política dentro de esa iconografía. Pero nadie puede negar que España está mejor representada que otras muchas potencias en el concierto de líderes que rigen los destinos de un mundo que enfrenta los riesgos más graves del último siglo.
Alcaraz contribuye a llevar la contraria a una inercia de España que parecía condenarla a la irrelevancia.