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Correspondencias

Los libros de correspondencias no me resultaban, por lo general, atractivos. Ni siquiera creía que éste (Las Cartas del Boom, Alfaguara), que incluye las misivas cruzadas entre Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa despertaría mi atención. Leyéndolas, uno sabe de glorias, desgracias, penurias y riquezas de quienes escriben con éxito. Otros libros de correspondencias me han aburrido, como las cartas entre Galdós y su amante, la condesa de Pardo Bazán, que son un coñazo; o las del editor Josep Vergés y Miguel Delibes, cuyo tema principal es la cantidad de veces que Delibes le pide perras anticipadas a Vergés, si no recuerdo mal, que hace tiempo que las leí. Pero estas Cartas del Boom, que al principio me parecieron más de lo mismo y que llevan una introducción exhaustiva, finalmente me han convencido; y en ellas se cuentan, de manera cruzada, las cuitas de cuatro grandes de la literatura latinoamericana, aquella que se llamó del realismo mágico, definición que ni siquiera ellos, sus protagonistas, compartieron del todo. Me interesa sobre todo la gestación de Cien años de soledad, que para mí es la obra cumbre del Boom, sin olvidar Rayuela, ni La Ciudad y los perros y otras. Yo descubrí algo tarde a García Márquez, luego a Vargas Llosa y no he descubierto del todo ni a Fuentes ni a Cortázar. Uno de mis primeros trabajos periodísticos fue cubrir, en 1970 probablemente, un congreso de escritores en español que se celebró en el hotel Taoro portuense. Allí, en un pasillo, leí de un tirón el Relato de un náufrago y desde esa tarde me hice propagador de García Márquez, al que conocí en Caracas, en una tienda de camisas, como creo que he contado. Los otros tres son también genios de la escritura, que ahora se reúnen en este libro que sería bueno para ustedes leer.

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