El PP ha ganado las elecciones, pero ha sido el PSOE el que no las ha perdido. Hace años que en España gobierna una señora llamada la coyuntura y, por lo que parece, lo va a seguir haciendo durante un tiempo. La situación entre bloques está muy igualada, como corresponde a un bipartidismo alternante, pero existen dos territorios en donde estas circunstancias no se cumplen y ahí precisamente es donde reside lo coyuntural. Es un problema que por ahora no tiene solución y toca bailar con él, a pesar de que a la mayoría no le guste. 25 años atrás esta circunstancia servía para apuntalar gobiernos, tanto de izquierdas como de derechas, existiendo un nacionalismo moderado en Cataluña que hacía de muro de contención a los más extremistas. De la misma forma, en Euskadi, los abertzales andaban poniendo bombas mientras el PNV le hacía homenajes a la virgen de Begoña, y la cosa andaba más o menos tranquila y la coyuntura se había convertido en algo habitual y alternativo. Hoy las cosas no son así, y cada vez estamos más lejos de casa de Pepe el Gago, que es como en La Laguna se podría expresar geográficamente la lejanía del espíritu de la transición del 78.
Anoche en Ferraz chillaban no pasarán, los mismos que hace cuatro años decían con Rivera no. Este grito de ahora es más histórico y radical, y evoca a Dolores Ibarruri, poniendo en pie una reivindicación histórica cuyo motor guerracivilista parece animar a la política nacional de unos años para acá. Yo lo entiendo, aunque no esté de acuerdo con sacar del baúl a los viejos argumentos como única razón para la movilización. Qué le vamos a hacer, también la coyuntura consiste en eso. Anoche noté euforia y decepción y todavía no entiendo por qué. Es el pueblo el que ha votado, y el pueblo nunca se equivoca. En eso consiste la democracia. Lo cierto es que la pregunta inevitable del día después no es esperanzadora y está llena de incertidumbres.
¿Y ahora qué? El panorama no está claro. Ha habido una victoria local: el enemigo no ha pasado, pero eso no es suficiente para que los graves problemas de inestabilidad en los que estamos inmersos se resuelvan. De acuerdo, no han pasado, ¿hay algo más que aportar? La respuesta es que hemos salido de esta y no vamos a ninguna parte. Estamos otras vez en un callejón sin salida, como en 2016. Hay quien dice que lo que le gusta es la tensión, vivir al límite, jugársela todos los días a la ruleta rusa, aunque yo creo que los ciudadanos de a pie están deseando un poquito más de tranquilidad. Tengo la impresión de que Vox es un elemento distorsionador a la hora de alcanzar equilibrios. Me imagino que miles de electores se han dado cuenta de que es incompatible con la coyuntura, y esto imposibilita que se constituyan mayorías en torno a espectros ideológicos coincidentes, como sucedía antaño. En la izquierda de la izquierda no ocurre lo mismo y Yolanda se muestra dialogante en los ratos libres que le deja la plancha. No asusta ni impide celebrar acuerdos básicos. El problema está en Puigdemont y su retorno de Waterloo.
Es una de las cosas que le quedan por normalizar en Cataluña a Pedro Sánchez. En 2016 esta era una línea roja que le imponía el partido. Después de la remontada electoral creo que no habrá nadie al que se le ocurra plantear esta cuestión. Ya se encargarán Illa e Iceta de allanarle el camino. Se hará lo que ellos digan. No en vano el salvavidas electoral proviene de allí. Cataluña ha sorprendido a todos y lo seguirá haciendo, no lo olviden. Esa es la coyuntura.