tribuna

Ganamos en Australia

Las chicas del fútbol ganaron la copa del mundo. Cuando encendía la radio del coche marcó el gol Olga Carmona, una sevillana de raza calé que representa la unión de toda esa España plural. Ver al grupo saltando y gritando campeonas del mundo era como recordarle a todos la importancia de lo que habían conseguido. Salvo algunas excepciones, que las hay, el país fue contagiado de esa alegría incontenible. El orgullo de sentir un logro común tan trascendente demuestra que todavía existe algo capaz de unirnos, a pesar de que solo sea por un instante y de que los progres sigan diciendo que se trata de una manifestación más del panis et circenses. Las chicas han ganado y toda España ha vibrado con ellas, porque ha descubierto un motivo, una certeza, para alegrarse en medio de tanta desgracia y tanta incertidumbre. La reina y la infanta estaban allí. El rey hubiera ido, a no ser que hoy tuviera que iniciar la ronda de consultas para la investidura. Es igual, los que van a apoyar a Sánchez se niegan a asistir a la Zarzuela. No todos forman un bloque común. Óscar Matute, el portavoz de Bildu dice que no le gusta compartir esa posición con el PNV. Eso es entendible. Lo que es incomprensible es la acomodación en ese grupo de los nacionalistas de derechas. Hay una falsedad en el panorama que se le presentará hoy a Felipe VI. Por una parte, hay un país con una apabullante mayoría entusiasmada con el triunfo de la selección femenina, pendiente de una minoría que exige tener la suya propia e ir por separado a todas las competiciones internacionales; por otra, se escuchan voces reclamando una coherencia ideológica en los bloques que aseguran apoyar a Sánchez, cuando, con los números en la mano, las derechas, incluyendo a los independentistas conservadores, aventajan con creces a las izquierdas en una división ideológica del país. No es que yo prefiera una cosa a la otra, sino que esa es una realidad que no se puede negar aunque nos intenten convencer de lo contrario. Luego está lo del feminismo, que no se pone de acuerdo para celebrar la victoria. Me imagino que aprovecharán el inoportuno beso de Rubiales, que no le ha gustado a la jugadora ni a nadie, para introducir el debate machista en el acontecimiento. Ayer la gente hervía delante de los televisores cuando una gitana, con los rasgos raciales y el apellido del de Ketama, cruzaba un balón más allá de las manoplas de una guardameta inglesa. Ya sé que me dirán que esto no significa nada, pero para mí es una manifestación más de la incoherencia. La misma que manifiesta Matute por el supuesto trato de favor que le darán a sus enemigos naturales (los del PNV) en el pacto de Gobierno, que es equivalente a la animadversión que sienten en ERC por los de Junts. Sánchez sabe pescar en río revuelto, como Hernán Cortes en Méjico, aprovechando el enfrentamiento de los aztecas con los de Tlaxcala. La diferencia es que no estamos conquistando un país extranjero. Estamos en el nuestro, intentando sacar partido de una división que muestra su auténtica dimensión el día en que unas chicas se traen la copa para casa. Me gustaría que, en lugar de recibirlas en Madrid, lo hicieran en Barcelona para medir el sentimiento antinacional que allí existe. Más de uno se llevaría una sorpresa. Cómo se le quedaría el cuerpo a Alexia Putellas.

TE PUEDE INTERESAR