Vamos saliendo de esta ola de calor, a la espera de la siguiente, con estoica resignación. Decía este domingo en el aforismo de la cabecera de nuestro periódico la joven activista sueca Greta Thunberg, que ya tiene 20 años: “Quiero que escuchen a los científicos. Y quiero que se unan detrás de la ciencia. Y luego quiero que actúen”. Hay coleccionistas de las sentencias que ofrecemos cada día en la primera página de DIARIO DE AVISOS.
Suelen ser inspiradoras esas reflexiones sucintas, golosinas de lector. Te paran en seco y te hacen pensar. Cosa que no siempre logran las noticias, que podrían cumplir una función terapéutica distractora, si no fuera porque suelen estar cargadas de acritud, salvo en días como hoy en que anunciamos el día de la Patrona.
El axioma de Thunberg reflejaba su proverbial ira contra el cambio climático. La ambientalista se hizo célebre sentándose con un cartel (Huelga escolar por el clima) por fuera del Riksdag, el Parlamento de su país, siendo una niña, en medio de una ola de calor como la nuestra, en agosto de 2018. Ni corta ni perezosa, decidió montar una protesta unipersonal delante de los políticos, a escasos días de unas elecciones generales en Suecia. Aquella crisis térmica trajo consigo varios incendios forestales, y ya se hablaba con insistencia del infierno que se aproximaba a causa de la emisión de gases de efecto invernadero. Tres años antes se había celebrado la cumbre del Acuerdo de París, que estableció límites al calentamiento global para evitar una demencia clínica climática, el desmadre colosal de bolas de fuego forestales, masas de aire hirviendo, tormentas y huracanes en mares cada vez más cálidos, etc., etc.
De manera que la queja de aquella niña irredenta, que se fugaba de clase para poner el grito en el cielo antes de unas elecciones, tuvo un gran impacto y se vio amplificada en foros y movilizaciones. Da la impresión de que, con la edad, su poder de influencia ha decaído, como si el mayor efecto de su mensaje se debiera a que provenía de una niña que ponía firme a toda la clase política en aquel momento. Prueba de ello fue un tuit burlón de Trump, en el que la describía hablando en la ONU como “una niña feliz que espera un futuro brillante y maravilloso. ¡Qué lindo verla!”.
Al cabo de los cinco años transcurridos desde la erupción del volcán Greta Thunberg, y sus catilinarias climáticas (de las que se extraen invocaciones como la del domingo en nuestra portada), no cabe decir que hayamos avanzado en defensa del planeta y nuestra vida. Al contrario, parecemos cangrejos. Otro niño ambientalista, con más sentido del humor que ella, el colombiano Francisco Vera Manzanares (Guardianes por la Vida), al que mi hermano Martín vinculó estrechamente a Canarias, suele decir afectuosamente, mientras sonríe como disculpándose, que “vivimos demasiadas gentes en las ciudades”. Parece una simple idea, pero está abriéndose paso. Quizá la solución está en volver a habitar las zonas rurales. Llegados a este punto, dar media vuelta y regresar.