tribuna

Cuarteto

Cuando cesó el fuego y se hizo la calma, ya teníamos otra crisis encima. La crisis migratoria, que es nuestro Guadiana particular. Desde 2005-2006, cuando la primera gran crisis de los cayucos: cerca de 40.000 migrantes tocaron tierra en Canarias y otros miles murieron en el mar. Se habló por primera vez del océano como un cementerio.


Cayucos


Ahora, de la noche a la mañana, cuando apenas las estadísticas se animaban a hablar de un problema en franca remisión, tras el pacto con Marruecos, y los centros de acogida estaban bajo mínimo, se dispara la ruta canaria que se bifurca por rachas: los cayucos arriban a El Hierro y Tenerife, y las pateras y neumáticas a la provincia de La Palmas, y a veces se mezclan las dos autopistas en otra suerte de colapso como nuestras TF-1 y TF-5. Ya estamos en plena vorágine migratoria, con tendencia alcista en los próximos meses.
En efecto, la calma de la mar y el caos político y social de Senegal y el Sahel se traducen en un flujo humano cada vez mayor hacia las Islas. Ojo, esta bomba humanitaria se verá agravada con los desplazados climáticos, como veremos más adelante con nuestras lágrimas en el monte y los sollozos de África. Ya viajan mujeres y niños, incluso bebés, con gran afluencia y normalidad en esta peligrosa travesía hacia la esperanza o la muerte.

Investidura

España se refocila en sus personajes más cutres. Es el país de Rubiales, Puigdemont y el Pequeño Nicolás. Así suele ser. Feijóo hace méritos para ser tenido en cuenta en esa nomenclatura. La investidura llena septiembre de cohetería. Han saltado todas las alarmas, como si el país hubiera sido invadido por un batallón de fantasmas. De pronto, han salido a la palestra vacas sagradas del PSOE como Felipe González y Alfonso Guerra, y del PP, como José María Aznar. Y por una vez, sin que sirva de precedente, los tres parecen coincidir en afear a Sánchez que medite conceder supuestamente una amnistía al procés -condición sine qua non de Junts para su apoyo-. La escalada de tensión ha hecho decir cosas a alguno de ellos que han traído a la investidura las flores del mal de las musas de América Latina, el pinochetazo, y de la España más retrógrada del último medio siglo, el tejerazo. Fue Aznar el que, por lo visto, cruzó esa línea roja, al abogar por una “rebelión” contra Sánchez y la amnistía. No tardó en ser tildado de “golpista”, quizá en un exceso verbal (“si fueras golpista, el Gobierno te amnistiaría”, le bromeó con mal gusto Feijóo). Y otro, este del PSOE, el exdirigente vasco Nicolás Redondo Terreros, que había tachado de “inmoralidad” amnistiar a los independentistas catalanes, fue expulsado del partido, en medio de voces que lo arroparon desde el PP, como la mismísima Isabel Díaz Ayuso. El mundo al revés.
La crispación (o la batalla, según Saavedra) ha ido in crescendo. Todo es muy esperpéntico y atrabiliario. Ortúzar y Puigdemont se dan la mano en Waterloo y se cruzan alabanzas en sus lenguas cooficiales. Sienten que tienen la sartén por el mango, pero quizá se equivocan: Sánchez no ha hablado aún de su proyecto de amnistía (habló tras su segunda COVID de “tejer un gobierno conciliador para que España no retroceda a tiempos oscuros”) y tiene el gatillo fácil a la hora de convocar elecciones. Este mes mide sus fuerzas Feijoo en el Congreso, pero antes de que eso ocurra dará un mitin-manifestación el 24 en Madrid. Un partido morigerado como el PP quiere tomar la calle como si reencarnara a Podemos y Vox de una sentada. Abascal ha entrado en modo silencio. Feijóo le roba la atmósfera españolista (“hagámoslo por España”), para engendrar la figura del patriota de izquierda y acaso el tránsfuga que necesita multiplicado por cuatro, de la bancada que sea, con tal de no retornar a Galicia, como dice la canción de Sabina 19 días y 500 noches, versionada por inteligencia artificial: “Oye, Feijóo, esto va por ti y también por tu tropa, saca las maletas y mete la ropa, que en Génova han dicho “oído cocina” a la orden que dio tu amiga Isabelina…”
No son tiempos de elefantes blancos ni de Chiles. Es otra época. Falta, por suerte, el Kissinger de turno, que cocinó la asonada contra Allende y el Gobierno de Unidad Popular. La historia sirve para eso, para que aprendamos de los errores.

Terremoto y ciclón


Las tragedias de Marruecos y Libia (3.000 muertos en el terremoto del Atlas y más de 20.000 en la tormenta Daniel que cayó sobre Derna) confirman que vivimos una era de catástrofes indómitas medioambientales. Nuestros incendios, los seísmos y las inundaciones en esta franja geográfica del planeta definen el alcance del cambio climático, al que nos referíamos. Este es el lenguaje del desastre y estas las cifras del drama. O nos lo tomamos en serio o las barbaries naturales nos borran del mapa. Cuando pasé en 2007 por la experiencia de un terremoto en Perú (de magnitud 8 y centenares de muertos) recuerdo que pensé eso, que el seísmo nos podía succionar o perdonarnos la vida.

Azar


Es verdad que las escenas de todo orden vividas estos días y en los últimos tiempos no ayudan a recobrar la confianza en los llamados a reconducir la situación. Enciendes el plasma del globo y qué ves: La guerra, el terremoto, el ciclón y esos dos adictos con sus juguetes bélicos, Putin y Kim Jong-un, sellando una alianza para sembrar el odio y la destrucción con sus ojivas en sus fincas particulares. Algo, al margen de esta lógica del apocalipsis, habrá de poner a cada uno en su sitio. El bendito azar, que Dios lo guarde.

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