superconfidencial

La ropa

Ayer me decidí a regalar docenas y docenas de prendas de ropa y zapatos, mucha de la mercancía sin estrenar, ante la imposibilidad de ponérmelo todo antes de dar el toletazo. Porque yo, además, siempre me pongo lo mismo. Así que la destinataria del material se alegró mucho por la dádiva y yo me quedé más aliviado que el que depone con generosidad. Con una inmensa sensación de paz en el cuerpo, como cuando gana el Real Madrid sin sufrimiento, que son pocas veces. También lo agradecieron las barras de los armarios, arqueadas de tanto peso, ahora aligeradas por la limpia. Uno va acumulando cosas sin darse cuenta, hasta que los armarios revientan y la razón se impone a la sinrazón. Llega un punto en el que sientes la necesidad del desalojo y entonces te entra una sensación de alivio que ni te cuento. Tengo un amigo de mi edad, Amid Achí, que sostiene -y se lo dice a todo el mundo- que yo tengo un don: que en cuatro palabras expreso lo que quiero decir y todo el mundo me entiende. Pues él, que vende ropa, se dará cuenta de mi alivio antes que nadie. Amid me ha demostrado muchas veces su afecto, mucho más que yo a él, pero eso no quiere decir que no le respete y le admire; todo lo contrario. Si en vez de ser periodista de provincias me hubiera decidido a convertirme en su socio, otro gallo me hubiese cantado. También lo dice él. En fin, que he regalado productos de Armani, Prada, Ralph Lauren y de más modistos en una mañana, la del miércoles, que me entró el agobio y el razonamiento y me propuse lograr que, cuando desalojen mi casa porque di el toletazo, a la empresa de mudanzas le fuera todo más fácil. Además, dudo que Gil Stauffer traslade mis cosas al Más Allá.

TE PUEDE INTERESAR