tribuna

Nené que vienes al cole

Inmersos en la baraúnda de la investidura, la vuelta al cole, que empieza oficialmente en Canarias la próxima semana, se presenta este curso con menos ruido de lo habitual y casi ni se oye el estribillo tópico, que si sube el precio del material escolar, que faltan profesores, que en no sé qué centro las clases empezarán en unos barracones porque no han terminado las obras que empezaron en junio, que los del cole concertado de la esquina “hacen su agosto” con la venta en exclusiva de los uniformes reglamentarios, que otro más allá organiza supuestas actividades extraescolares de pago en los tiempos de recreo obligatorio…. Ni siquiera el dato alarmante de la caída sistemática del número de niños o que el Gobierno vuelve a aplazar la solución del caos de la chapuza EVAU parecen merecer demasiada atención.

Salto sin detenerme la letanía habitual de quejas por problemas organizativos y de disponibilidad de medios, para poner el foco en la necesidad de alcanzar un pacto educativo global que racionalice el sector y que, sin perjuicio de las competencias de la Comunidades Autónomas, utilice de manera eficiente los recursos disponibles, garantice la mejor y más moderna educación a todos los niveles (de Infantil a la Universidad), que estabilice el sistema y proteja a los niños de los depredadores ideológicos que acechan a la puerta de la escuela. Si bajamos la pelota al piso, como dicen los argentinos, vemos que los problemas reales pueden resumirse en desigualdad, fracaso escolar, financiación insuficiente y segregación, aunque los fanáticos de guardia tienen la lupa sobre otros asuntos, como la obligatoriedad de la coeducación, el “pin parental” que reclaman otros o la supresión que algunos pretenden de la enseñanza privada.

Hacen mucho ruido, pero es una trifulca artificiosa de minorías fanatizadas que a veces inventan problemas. Por ejemplo, reivindican que las niñas y los niños se eduquen juntos en las mismas aulas cuando pocos discuten ya la conveniencia y la ley establece, además, que así sea en la enseñanza pública y en la financiada del sistema concertado. O exigen con vehemencia una enseñanza pública de calidad, cuestión sobre la que también existe un consenso muy amplio y la ley garantica la educación de todos los ciudadanos por igual en un sistema de valores cívicos sin adherencias ideológicas partidistas o religiosas… sin perjuicio por ello de la enseñanza privada, porque los padres que prefieran para sus hijos una educación que, cumpliendo de manera exquisita la legalidad, incorpore valores religiosos o, por las razones que sea, se eduquen en aulas separadas, sean asimismo respetados y no satanizados.

Quizá piense usted, y con razón, que en un tiempo de discordia y polarización política como el que padecemos es ingenuo apelar a la voluntad de los grupos políticos para definir un sistema escolar que sin ser de nadie sea de todos y que no haya que modificarlo cada vez que cambia el gobierno, como viene ocurriendo desde el inicio de la Transición. No es necesario tomar como referencia la longevidad de la Ley Moyano, que, con algunas adaptaciones, estuvo vigente durante más de un siglo, pero sería deseable algo parecido al espíritu de lo que intentó el paciente ministro Ángel Gabilondo, que estuvo cerca, pero solo cerca, de alcanzar un compromiso amplio con los demás grupos parlamentarios.

Hoy, como en el curso pasado y en el anterior, estamos muy lejos de un acuerdo sobre la materia y asistimos al triste espectáculo que ofrecen sin ningún pudor los partidos situados en los extremos del espectro político que pugnan por imponer su visión del mundo y colonizar la mente de los niños y adolescentes, demonizando sin matices cualquier otra idea y opción que no sea la suya. Hay pirómanos sociales que quieren incendiar la convivencia propalando barbaridades como que en la escuela pública se fabrican monstruitos a los que se enseña a masturbarse y no sé cuántas tonterías más y que por eso, para evitarlo, reclaman el llamado “pin parental” que desautorice a los maestros y, desde el extremo opuesto, que en los colegios con ideario religioso a los niños no se les educa en valores democráticos y son abusados por mentes enfermas. Con tantas monsergas doctrinarias no nos dejan disfrutar de la ilusión de los niños por la vuelta cole. Termino parafraseando a un memorable profesor: “Españolito que vienes al cole te guarde Dios…”. Fíjese, don Antonio, como estamos otra vez. Necios hay en todas las riberas.

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