Agradezco al usuario de Facebook que me nomina como el comentarista más divertido del triste elenco provincial. Muchas gracias, repito. Bueno, pues un avión de una compañía americana, Delta Airlines, que volaba desde Atlanta a Barcelona tuvo que dar la vuelta y tomar tierra en el aeropuerto de origen, tras declarar el comandante una alerta por riesgo biológico (sic). Llevaba una hora de vuelo. El riesgo consistió en la cagalitrosis de un pasajero, que se descompuso, sufrió una diarrea explosiva, cagarrució todo el avión camino del váter y el hombre debió sentarse, con su airbag de mierda, en varios asientos, de acuerdo con el video que ha difundido no sé si la compañía o algún pasajero con móvil. Lo cierto es que, tras la tormenta perfecta, el avión quedó hecho una pena y, según los testigos, el olor era nauseabundo y el patiñero considerable, hasta el punto de que un baño quedó inutilizado y el reguero infame manchó a más de uno que no llegó a tiempo de apartarse. Ignoro la capacidad intestinal del afectado, pero afirmo que no hay nada más desagradable que un apretón con desbombe, como aquel que sufrió un político tinerfeño en Barajas, en una guagua de Iberia, hace ya muchos años, que hizo que los pasajeros huyeran despavoridos, pista a través. En este caso, Delta ha regalado 200 dólares a cada pasajero para compensarles del tufo y de la pegajosería del incidente, que afectó a 12 o 14 filas del avión, según versiones, ya que el hombre fue bombeando desde su asiento al baño, por todo el pasillo; y las azafatas y azafatos detrás, poniendo pañitos azules encima de donde el cagón plantaba cada pino. Un desastre. Cuando uno se ve en ese trance es mejor morirse y lo digo por experiencias similares. Yo, cuando salgo, programo mi periplo en función de los baños del trayecto. Porsi.