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Puntalarga, el lugar de moda en el que no se despide el verano

La franja costera de Candelaria recibe cada día una ‘marea’ de visitantes atraídos por el clima, las playas y una oferta gastronómica de ‘medio mundo’ concentrada en un par de centenares de metros
Puntalarga, el lugar de moda en el que no se despide el verano
La zona de las playas es uno de los grandes atractivos para visitantes y vecinos. | Sergio Méndez

Cuando el sol empieza a ocultarse por la cumbre, la avenida costera de Puntalarga, en Candelaria, cambia de aspecto. El paseo peatonal semivacío hasta ese momento por un sol que en verano raja las piedras se transforma en un punto de encuentro masivo de vecinos y visitantes que irrumpen casi de golpe, como si se tratara de una manifestación espontánea, para caminar, hacer deporte, pasear al perro o simplemente dialogar junto al mar en esta franja peatonal que, en los últimos coletazos estivales, sigue recibiendo a miles de personas de todas las edades, especialmente los fines de semana.

La avenida por la que hace menos de un mes transitaron oleadas de peregrinos hacia la basílica para venerar a la Patrona de Canarias y que vio cómo su suelo se tiznaba, en fechas más recientes, por las pavesas del gran incendio forestal que asoló la cumbre de la Isla, ha recuperado su pulso vacacional habitual y acoge actualmente a los veraneantes más rezagados y a quienes optan por pasar una jornada en contacto con el mar, ya sea visual o físico, en alguna de sus calas o llegan atraídos por la variedad gastronómica que ofrece la zona, otro de los grandes alicientes para el visitante.

VARIEDAD CULINARIA

Y es que pocos lugares de Tenerife cuentan con una concentración de restaurantes tan diferentes como la costa de Puntalarga. Establecimientos especializados en cocina canaria, italiana, turca, japonesa, china, mexicana, argentina e internacional conviven, en una franja de apenas 200 metros, con las cafeterías, cervecerías, hamburgueserías, dulcerías y heladerías de toda la vida. Olores, sabores y platos de todo tipo salen al encuentro del viandante en las terrazas, donde no suele faltar como aperitivo las raciones de camarones y las cañas, todo un clásico en la villa marinera para abrir boca.

Pero también para compensar el tiempo empleado en buscar aparcamiento, un vía crucis para los conductores, sobre todo los fines de semana, aunque este año el Ayuntamiento ha habilitado una explanada en la avenida de los Menceyes para aliviar el problema.

Enfrente, a unos metros de los refrigerios, almuerzos y cenas, la gran pasarela se convierte en un lugar privilegiado para presenciar, al final del día, cómo el sol se va apagando al otro lado de la cumbre y ver la luna emerger sobre el horizonte.

Al caer la tarde, el paseo marítimo se llena de caminantes, sobre todo los fines de semana. | Sergio Méndez

Dos espectáculos a los que muchos transeúntes se abonan cada tarde-noche en los palcos de madera colgados sobre el mar mientras graban con sus móviles o chupetean un helado junto a las playas resguardadas por las escolleras, para proteger a los bañistas de las corrientes y estos días, también de las microalgas.

Padres, hijos, abuelos, nietos, runners, vecinos, visitantes y turistas escenifican a lo largo de este kilómetro de vía peatonal la esencia de la Villa de Candelaria como pueblo marinero acogedor, una estampa con réplicas en otros puntos del casco urbano.

Es un permanente trasiego de idas y vueltas, de historias que se entremezclan como si las estiraran hilos invisibles desde los extremos de esta franja costera, delimitados por el gimnasio multicolor instalado bajo las carpas y el antiguo hotel Tenerife Tour, el complejo de bungalós escalonados que marcó una época esplendorosa en los años 70 y 80 y que hoy da pena ver cómo se cae a pedazos. Una herida abierta que causa dolor, daña la vista y afea el paseo de moda de este verano.

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