Ya podemos hablar de amnistía sin recurrir a insinuaciones ni a supuestas contradicciones. Ha llegado el momento de comentarlo a calzón quitado sin miedo a que nos digan que andamos elucubrando o alimentando rumores o fakes, que es como ahora se dice. Sería interesante saber cómo lo ven desde Barcelona. Hasta hace poco, Salvador Illa lo negaba, como un San Pedro perdido por las ramblas, y ayer aplaudía con el entusiasmo comedido de quien las ve venir. Hoy ya tenemos a la opinión descargando su chaparrón, como era de esperar.
En La Vanguardia, Juliana deja de nadar entre dos aguas y se despacha con un artículo que es, como poco, alarmante para el futuro de los socialistas. Se titula Después de la amnistía piensa en mí, parafraseando un título de Javier Marías que emula un pasaje de Ricardo III, de Shakespeare. Luego está Lola García, que habla de que Sánchez ha cruzado un punto sin retorno. Tengo la impresión de que esto no ha sido bien recibido en Cataluña; y si allí no lo es, imagina en el resto del país. El presidente ha conseguido el aplauso, no demasiado ferviente, de Ferraz, pero eso no es suficiente para investirse con el apoyo del manto nacional. La cobertura es más bien escasa. Todo se va a fiar a la explicación de motivos de la ley. De momento solo existe una, pero no es convincente ni democrática. Es por el bien de España, dicen, pero más de la mitad de los españoles no se lo cree. Por eso se somete a la consideración de la militancia en lugar de encargarle a Tezanos que haga un sondeo para tener las cosas más claras. No veo mucho optimismo ni mucha euforia en los titulares del día después. Por esperado o por desilusionante, el ambiente de la prensa es el de un entierro de tercera.
El PSC no está tranquilo. Puede ser que barrunten que peligra la alcaldía de Collboni y se la entreguen a Trías a cambio de renunciar a otras exigencias nacionalistas. Entonces las abstención del PP no habría servido para nada. Como en toda negociación es necesario que rueden algunas cabezas. Siempre habrá un Bautista al que rebanársela para que Salomé baile la danza de los siete velos y así satisfacer los deseos desviados de Herodes. Hoy una nube gris se extiende sobre la prensa de la ciudad condal, y esto me hace pensar, porque imaginaba que el anuncio del PSOE iba a lanzar las campanas al vuelo por el triunfo de la única estrategia posible, de la que todavía no sabemos nada. Ellos deben tener más noticias.
La sensación es que Puigdemont ha ganado la primera parte de la batalla. Cuando se baje del avión en el Prat ya veremos. Hay muchas cosas que están por ver. Por eso dice Juliana Después de la batalla piensa en mí, y Lola asegura que hemos llegado al punto de no retorno. Creo entenderlos. Por eso pienso que el acto de ayer en el Comité Federal ha sido una victoria agridulce que abre las puertas a un repertorio de celebraciones amargas a las que será muy difícil convertir en apetecibles. Lo que anuncian es lo de siempre: que no puede acabar bien aquello que empieza mal. El conde de Romanones tenía una leve cojera. Por eso una coplilla de la época retrataba la situación de esta manera: “Al conde de Romanones/ lo vio andar una gitana/ y le dijo: señor conde,/ quien mal anda mal acaba.