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Probosco: el modelo a seguir

Probosco cumple 30 años de existencia en 2024 y tiene motivos suficientes para celebrarlos; entre ellos, la puesta en marcha y la consolidación de cinco viviendas para personas con grandes necesidades de apoyo
Probosco: el modelo a seguir

Probosco es una asociación que surgió en La Orotava, cuya finalidad es la de ofrecer servicios dirigidos a las personas con grandes necesidades de apoyo y a sus familias. Actualmente tiene 43 usuarios con centro de día y más de 80 trabajadores.


El año que viene cumple tres décadas y la idea es organizar unas jornadas en las que las personas con discapacidad sean las protagonistas, como se hizo en el marco del 25 aniversario con Abriendo puertas, una iniciativa mediante la cual las personas con discapacidad intelectual contaron sus experiencias y sus retos del día a día.


Todavía no se ha concretado una fecha exacta aunque será, con toda probabilidad, en el último trimestre porque requiere mucha organización y apoyos. El objetivo principal está claro y es que Probosco quiere volver a compartir con la ciudadanía y con otras organizaciones sus experiencias y proyectos y que éstas conozcan que hay motivos suficientes para celebrar.


La entidad ha pasado una pandemia, ha resistido, se han mantenido las viviendas inclusivas, un objetivo que muchas entidades no pudieron conseguir, han crecido en planes personales y en recursos, y por sobre todas las cosas, “hemos seguido fieles a nuestros valores para defender que la gente con discapacidad intelectual viva como cualquier otro ciudadano”, subraya su directora Elena Cañete.


Actualmente Probosco gestiona cinco viviendas para promover la autonomía de sus usuarios. Dos de ellas están anexas al edificio de la asociación, ubicada en el número 12 de la calle Tomás Zerolo. En una de ellas residen seis personas y en la otra, ocho, todas con graves problemas de movilidad, dado que el edificio facilita el desplazamiento en silla de ruedas. Las otras tres, que han sido conseguidas y cedidas por el Ayuntamiento, se encuentran en Opuntia y San Antonio.


Este proyecto, iniciado en 2016 con la apertura del primer hogar, ha logrado consolidarse, que es siempre lo más difícil, con una metodología de trabajo en la que la persona es la protagonista de su vida y participa en la comunidad acompañada de los apoyos que necesita.


En cada vivienda hay dos responsables y un grupo básico que acompaña a los usuarios 24 horas al día. Ellos tienen su habitación, la pintan y la decoran como quieren. No solo cocinan, ponen lavadoras o realizan las tareas de limpieza del hogar, también van a las reuniones de vecinos, a la piscina municipal, a hacer la compra o al fisioterapeuta. Cada uno tiene un plan individualizado adaptado a sus necesidades y a su realidad.


“Los resultados son increíbles. Se gana mucho cuando estas personas viven en una vivienda compartida. La gente llega a una situación bastante ideal que no es la frecuente”, asegura Cañete.


“Ese es el reto y los vecinos y los políticos lo están viendo y por eso es un modelo para que vayamos huyendo de las residencias con mucho ruido y poca intimidad”, subraya la directora.
No obstante, reconoce que los comienzos fueron difíciles. “Con la primera vivienda hubo mucho miedo y pocos apoyos pero poco a poco se ha ido consolidando y ya no es un proyecto piloto ni un papel sobre la mesa, es una realidad”, insiste.


Hay pisos de este tipo que en la Península se han cerrado porque no se han podido mantener. “La gestión es compleja pero queremos servir de modelo en ese sentido. Si podemos hacerlo nosotros que somos una entidad pequeña, pueden otros”, apunta.
La entidad ha puesto en marcha otros proyectos que son una referencia en la Isla, como el Festival de Cortos con motivo del Día de las Personas con Discapacidad, que tiene lugar cada 3 de diciembre, o el mercadillo solidario en las Fiestas Patronales de la Villa.


Durante todo este tiempo Probosco ha avanzado mucho. Tiene cada vez una mayor presencia en la comunidad, en foros comunitarios y en participación ciudadana, pero todavía queda mucho por hacer. “Falta que se normalicen más este tipo de viviendas y que el apoyo económico no sea un impedimento sino una seguridad y que en la cartera de servicios se reconozca la credencial de vivienda para personas con grandes necesidades de apoyo”, es decir, como un tipo de plaza sociosanitaria. “Es tan novedoso que todavía no está tan reglado y reconocido. Es un camino lento y su coste es alto, pero poco a poco se va consiguiendo”, sostiene Cañete.


También quedan por abordar muchos tabúes como la sexualidad, la muerte, o el manejo del dinero. “Todos los temas troncales de la vida todavía está por conquistar para este colectivo. Somos muy pocos y los cambios a nivel político e institucional son muy lentos”.

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