tribuna

Un desplante inútil

Los tres ministros de Podemos, los presidentes de las comunidades autónomas de Cataluña y del País Vasco y los diputados que ha elegido el PSOE para hacer con ellos una mayoría estable de gobierno dan hoy la espalda a las instituciones del Estado en la solemne jura de la Constitución de la princesa de Asturias, heredera del trono y futura jefa del Estado. No hay nada punible en ello, pero no deja de ser un llamativo desaire al rey, al Gobierno y a las Cortes Generales en un acto de Estado. El gesto ilustra el deterioro de la vida política e institucional en España.

La noticia, si esta descortesía lo fuese, debería acabar aquí porque el asunto no da más de sí y su empeño en deslucir el acto es una pasión inútil. Aunque contribuya a darles notoriedad, que es lo que buscan, no quiero dejar de subrayar la tergiversación de los hechos y las mentiras que difunden para llevar el agua a su molino. Para muestra, un botón. Ione Belarra, secretaria general de Podemos y ministra del Gobierno, ha dicho que el acto de jura de la Constitución “solo busca blindar una monarquía que nadie eligió”. Traspasado de furor antimonárquico, otro vocero de los ausentes ha afirmado que “la monarquía es una antigualla impuesta por el franquismo”.

No puedo pensar que la señora Belarra ignora cómo se hizo la Constitución de 1978. Si, como es lógico y, además, es su obligación, la ministra conoce la Historia de España, hay que deducir y denunciar sin titubeos que miente, lo mismo que miente el otro portavoz. Es público y fácil de verificar que la instauración de la monarquía se incorporó al texto de la Constitución después de que el pleno del Congreso rechazase la república que propuso ERC y que solo consiguió nueve votos a favor, tres de ellos emitidos erróneamente por diputados de UCD.

El plantón de hoy, el reiterado empeño por abrir una causa general contra la monarquía y la pérdida de respeto a las instituciones no sorprenden a quienes siguen de cerca la evolución de la política española. Los desplantes al Estado y a sus representantes se han convertido en algo habitual, pero no por ello debemos admitirlo como normal. No es normal que en el Gobierno haya ministros que ponen en solfa la forma del Estado y critican al rey, tampoco es normal y sí habitual que se abuchee e insulte al presidente del Gobierno cuando acude al desfile el día de la Fiesta Nacional, y no es normal y sí desgraciadamente habitual la desconsideración al rey, al jefe del Estado, tan practicada en Cataluña.

Pero no siempre fue así. En 1986, cuando el entonces príncipe de Asturias, hoy Felipe VI, juró la Constitución, el lehendakari Ardanza y el president Pujol ocuparon con normalidad su lugar junto a las demás autoridades. Hoy, por el contrario, asistimos al espectáculo que ofrecen tres ministros, dos presidentes de autonomía y los diputados de PNV, Junts, ERC, Bildu y BNG (26 de los 350), que se ausentan porque deben pensar que con no salir en la foto ya deslegitiman a la monarquía parlamentaria. No son, como es obvio, los únicos parlamentarios con convicciones republicanas en la Cámara, pero solo ellos, con otros cuantos del variopinto grupo de Sumar, aprovechan la efeméride para llamar la atención y decir al mundo que no les gusta la monarquía.

El teatrillo de estos ministros y diputados, que aspiran a ser sostén del Gobierno de la monarquía y se ausentan del acto de jura de la Constitución de la futura reina porque son republicanos o porque no les gusta el pacto constitucional de 1978, merecería un lugar destacado en Celtiberia show. Lástima que a Luis Carandell no le alcanzase la vida para contarlo. Algunas de estas señorías ya acreditaron su vis cómica el día que juraron la Constitución (es preceptivo para ocupar el escaño y cobrar el sueldo cada mes), cuando a la fórmula oficial de acatamiento añadieron extravagantes coletillas para dar cuenta de su personal avatar o enviar mensajes a la parroquia.

Un día pregunté a Santiago Carillo, cuando era secretario general del PCE, si tenía nostalgia de la República y me respondió con su habitual cachaza y socarronería que la disyuntiva no es monarquía o república, sino democracia o dictadura. Como él son muchos los republicanos de razón que consideran que hoy y aquí la monarquía parlamentaria es la forma más conveniente de vertebrar el Estado.

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