muere jerÓnimo saavedra, icono polÍtico y cultural

Hacer como que Saavedra no ha muerto

El padre carismático de la autonomía se metió en el bolsillo a todos los canarios sin excepción insular
Hacer como que Saavedra no ha muerto

Esta sociedad fragmentada en Islas tiene dificultades para brindar un aprecio consensuado a sus hijos más ilustres. La condición insular entorpeció siempre los afectos y las admiraciones hacia los canarios de cualquier territorio. El caso de Jerónimo Saavedra no fue ajeno a la inercia localista que confrontaba las muestras de reconocimiento según razones de pertenencia a Tenerife o Gran Canaria.


Era una herencia de la división provincial y el pleito insular subyacente, que, aun al fundarse la autonomía, con la primera presidencia de Saavedra, no impidió que en los primeros embates su figura se viera afectada a ojos de Tenerife por su origen grancanario pese a llevar una larga relación de vínculo universitario y docente con La Laguna durante el franquismo y la clandestinidad como dirigente socialista desde esta isla.


De inmediato, el padre carismático de la autonomía se metió en el bolsillo a todos los canarios sin excepción insular. Saavedra destacó de un modo inusitado por su cosmovisión de Canarias, no dudó en combatir, desde posiciones autonomistas recién sembradas, las más acendradas preferencias cabildistas que contraponían las élites conservadoras al criterio regional. Y lo cierto y meritorio es que logró arraigar sus postulados autonómicos contra todo pronóstico, enterrando por primera vez el pleito histórico entre las islas mayores que había sedimentado la escisión de Canarias en dos provincias, en 1927, durante la dictadura de Primo de Rivera.


El político que ayer falleció cambió la historia de Canarias, reconcilió a todas las islas, hizo de la mano de Luis Balbuena lo que se dio en llamar la revolución educativa del Archipiélago, y enseñó que era posible acceder a altas cotas de autogobierno sin rasgarse las vestiduras, conviviendo como un solo pueblo. Fue, sin duda, lo que le convirtió en el padre de la autonomía canaria. No solo por el hecho de haber ganado las primeras elecciones autonómicas y haber sido el primer presidente de todos los canarios en 1983, sino también por haber ganado para la causa, con pedagogía y determinación, al conjunto de la población.
Han pasado 40 años desde entonces, y en la hora de su adiós, se abre un profundo vacío. Ni con 87 años, era tal su lucidez que no habíamos concebido la posibilidad de una muerte repentina. Como cuando murió su gran amigo César Manrique en 1992. No estamos preparados para ser huérfanos de guías naturales de esta dimensión. Siempre querremos y respetaremos a Saavedra como se merece, pero su ausencia nos achica y vamos a necesitar valor para estar siempre a la altura de los retos, actuar como lo hubiera hecho él, con tanta tolerancia y tanta libertad. ¡Jaque mate!

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