“No me gustaría estar en tu pellejo”, vinieron a coincidir quienes ocuparon la Presidencia del Gobierno de Canarias antes de que Ángel Víctor Torres (Arucas, 1966) en un cónclave de mandatarios autonómicos isleños que tuvo lugar hace un par de años en el Parlamento regional.
Tales comentarios aludían a la asombrosa retahíla de crisis que afectaron al Archipiélago directa o indirectamente (pero en todo caso de forma harto relevante) desde que este grancanario, nacido en un barrio de autoconstrucción, tomase posesión de dicho cargo en 2019, cuando pasó a la historia por desalojar del poder isleño a Coalición Canaria tres decenios después.
Si siete fueron las bíblicas plagas que azotaron a Egipto por expulsar a los judíos, la legislatura de Torres no se quedó atrás. Asuntos universales como la pandemia de la COVID-19 (que empezó en las Islas por lo que respecta a España) o la invasión rusa de Ucrania incluso minimizaron temas tan delicados como fueron el enorme incendio en Gran Canaria nada más estrenarse, la quiebra del turoperador británico Thomas Cook (el segundo más importante para el sector turístico de las Islas en aquel momento), el peor episodio de calima del Archipiélago en décadas y que cerró todos sus aeropuertos, así como varios apagones generales insulares.

Como si no hubiera tenido bastante, una malhadada erupción en Cumbre Vieja (La Palma) ha postrado económicamente (en el mejor de los casos por un par de lustros) a la Isla Bonita, de por sí postergada al no rentar ninguno de los dos boom turísticos, que, a finales del siglo pasado y junto a la llegada de los fondos europeos, supusieron para Canarias esa fallida oportunidad para dejar de ser una tierra de secular miseria que fue y que sigue siendo.
Mas hete aquí que un profesor de instituto como Torres resultó ser el hombre providencial para tomar las riendas de Canarias en tiempos tan procelosos, a tal punto que ni sus más encarnizados adversarios políticos tienen la ocurrencia, hoy en día, de criticar su sensata gestión durante semejante ristra de catástrofes.
Algo tendrá que ver su punto fuerte: ese sentido común a prueba de toda adversidad, más propio del hombre de la calle con sentido de servicio público como el aruquense es, y que tan lejano resulta a esos políticos que no conocen más vida que la poltrona.
Dicen que en el corazón de Torres solo dictan tres asuntos que le pueden emocionalmente: su familia, su Arucas natal y ese hobby de cocinar que, entre fogones, alivia su mente de tanta preocupación colectiva.
A lo mejor es por eso que Pedro Sánchez ha preferido recurrir a este chef canario curtido en crisis para cocinar dos de las papas más calientes en esta XV Legislatura estatal que ahora empieza. Desde que hoy prometa dicho cargo, será el ministro de Política Territorial en una etapa en la que su partido de siempre, el PSOE, aspira a cerrar la grieta que supuso el procés independentista catalán. Pero, además, tendrá que velar por el respeto de la Memoria Democrática, justo cuando las violentas protestas de Vox frente a las sedes socialistas demuestran que el llamado Régimen del 78 no supo enterrar al facismo que anda vivo y coleando por las calles de la capital del Reino.