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Yolanda Díaz y Lenin

La izquierda española, de la mano de Pedro Sánchez y sus aliados de investidura, junto al sector del feminismo que ha llegado al Gobierno, está enloquecida e instalada en el disparate y el surrealismo. Más allá de un sectarismo extremo, muestra un rencor delirante y una fijación de ideas que la incapacitan para conectar con la realidad. Y en cada una de sus actuaciones corrobora aquello que advirtió Lenin de que el izquierdismo es la enfermedad infantil del comunismo. Cuando Podemos era Podemos y estaba en el Ejecutivo, la entonces ministra de Igualdad, por ejemplo, era un ejemplo de ese infantilismo político, y además de defender su impresentable e indefendible ley del solo sí, atacaba sistemáticamente a los empresarios españoles, a los que llamaba capitalistas y acusaba algo así como de robar al pueblo.

Pues bien, ahora que ha sido defenestrada por la Yolanda Díaz de Sumar, su sucesora repite la misma obsesión. Recientemente amenazó a los empresarios con pactar el aumento del salario mínimo únicamente con los sindicatos si los empresarios se retiraban de la negociación, y ha cumplido su amenaza. De modo que el Gobierno abandona su supuesta neutralidad institucional y prosigue su ejecutoria de ataque a la empresa privada, la clase media y los autónomos, y de persecución fiscal y política a la banca, instalado en un leninismo de guardarropía enfermo de infantilismo y sobrado de decretos-leyes.

El problema para la izquierda sectaria española es que precisamente los empresarios son los que sostienen la economía productiva, crean empleo y financian la burocracia asfixiante de tanto ministerio y organismo inútil, como la vicepresidencia de la ministra que los ataca. Los empresarios son los que financian las ocurrencias de los comunistas que nos desgobiernan y sufren sus políticas sectarias y sus leyes más sectarias todavía. Una fijación recurrente en los que llama “ricos”, con un lenguaje pedestre que avergonzaría a Lenin, a Carlos Marx y hasta a Engels. Ahora el nuevo objetivo de la vicepresidenta segunda son los sueldos de los directivos y gestores de la empresa privada. Si por ella fuera, le confiscaría todos sus bienes y lo metería en la cárcel por el delito de contribuir muy destacadamente al incremento de nuestro PIB y la disminución de nuestro paro. Y menos mal que no ha llamado a las masas a hacer lo que los amigos políticos de la ministra hacían con los empresarios en la guerra civil.

En definitiva, una muestra más del resentimiento social y la enemiga que los empresarios, la empresa privada y la libertad de empresa despiertan en la izquierda que desgobierna España. Su alternativa es subir brutalmente los impuestos, ahogar fiscalmente a la clase media y los pequeños empresarios, y disparar la deuda pública hasta límites irresponsables y temerarios. Y su objetivo es una sociedad subvencionada y dependiente de las ayudas sociales, es decir, sumisa al poder y proclive a un comunismo de libro. A pesar de ello, y con permiso de Lenin y de la vicepresidenta segunda, la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país no elegimos a ninguno de los dos y desearíamos más debate legislativo en el Parlamento y menos decretos-leyes. En otras palabras, menos izquierdismo infantil y un poco de democracia.

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