tribuna

¿Qué carta bajo la manga ni qué ocho cuartos?

Dejarías tu país en manos de Feijóo y Abascal si te llamaras Pedro Sánchez? La carta no es un ardid; si acaso, un ajuste de cuentas. Con la ola reaccionaria que asola Europa; con las altas instancias echadas al monte; con Puigdemont, el ingrato que muerde la mano de la democracia que le da de comer y amenaza con presidir la Generalitat y con la prensa afín a la desestabilización.

El deseo de meter a Sánchez en la cárcel si fracasaban todas las perrerías contra él no es ningún secreto. Está escrito y publicado. Esa es una tentación que tuvo Jair Bolsonaro en Brasil y que llevó a cabo contra Lula bajo espejismos, hasta que se le torcieron los planes. Las cacerías políticas son miserables, buscan borrar al adversario de la faz de la tierra con métodos espurios.

La decisión de dejar la política de la noche a la mañana no es nueva. La adoptó Suárez en enero del 81, estragado por su partido, la UCD, abandonado por el rey y bajo el ruido de sables que trajo el golpe de Tejero el 23F. Hace pocos meses, dimitió António Costa, primer ministro portugués, tras una investigación judicial ahora objetada. Y en Holanda, por diferencias en una ley sobre refugiados, el liberal Mark Rutte puso en 2023 los pies en polvorosa: “En política, llega un día en que te cuestionas si todo esto ha sido útil”, dijo en la despedida, como Sánchez en su carta: “¿Merece la pena todo esto?”. Costa, Rutte, Sánchez, ¿por qué sus casos parecen cortados por la misma tijera de la desolación?

¿Cabe mencionar aquí la palabra ansiedad? Son líderes que han visto las guerras más cruentas de esta era, de Ucrania a Gaza, y conviven con el constructo de una hipotética guerra nuclear; que han sobrevivido a la gestión de una pandemia y asisten a la vuelta de todos los fantasmas ideológicos que dieron lugar a la Segunda Guerra Mundial. Ninguna de estas cosas pasa sin que deje secuelas. Todos ellos ya saben que sus vidas corren peligro, por cómo se las gastan los nuevos tiranos.

Habíamos olvidado el factor humano. Y todo se ha vuelto, de pronto, sentimental. En Reino Unido, debaten si el rey se está muriendo. Un joven socialista decía ayer, en la concentración de Ferraz, que en agosto tuvo que parar “por la tensión y solo soy concejal”.

No era imaginable pensar que Sánchez dijera adiós tras ganar el imposible match con Feijóo el 23J. Su carta bomba en X (antes Twitter) no era una argucia, eso que el ministro Torres desmentía en Fuencaliente, en un contexto de exhumación de cadáveres de la guerra civil, donde se coló el presunto cadáver político de Sánchez: “No es postureo”, dijo.

A Feijóo -que masca su propia tragedia desde el pinchazo electoral y se le ha puesto cara de pablocasado- le sonó la flauta con la carta de Sánchez. Justo cuando le acusan los suyos por no atizar el coco de ETA en las elecciones vascas, cuando le espera la irrelevancia en las catalanas y cuando teme otro 23J en las europeas frente a Teresa Ribera. Feijóo creyó que era la carta a los Reyes Magos que él hubiera soñado, pues si se va Sánchez, es su mayor regalo en su peor momento.

Es una carta disruptiva. Un alegato ético a las puertas de las elecciones en la Europa que “puede morir”, según dijo Macron, al día siguiente en la Sorbona, en el inicio de la campaña. La referencia al “temer morir” de Paul Valéry coincide con el tono melancólico de Sánchez, porque España es el lodazal que le espera a Europa antes de dos meses si triunfan los imitadores de Milei. Esta es la primera generación de líderes que no duermen tranquilos pensando que no pueden contar con la OTAN ni EE.UU. si pasa algo en Europa, mientras la ultraderecha tiene a Rusia y envenena la realidad. La carta bebe en este estado de ánimo.

En la grotesca denuncia de Manos Limpias se cita una subvención a Begoña Gómez, que es una empresaria cántabra y no la esposa del presidente. Sánchez se revuelve ante los bulos contra su familia y responsabiliza a Feijóo y Abascal, las dos X. Por eso, Feijóo se siente cínicamente “calumniado”. Aznar tilda a Sánchez de “dirigente hamletiano” por tener dudas que duran varios días. Su certeza en la guerra de Irak no le honra.

¿Cuál será la carta bajo la manga de Sánchez, que es la antítesis de un perdedor? En pocas horas saldremos de dudas. Ni Dios ni Satanás. Era un hombre de carne y hueso. Si se va, obsequiará al PP con las dudas que siembran todas las renuncias. Una cuestión de confianza sería el mal menor y un arma de doble filo. Pero, tras los apoyos de ayer, bastaría con decir: “Me inmolo, vuelvo para lo que haga falta”, como Zelenski en la invasión.

Se enloqueció a la calle; la violencia se sistematizó en Ferraz; se apaleó a Sánchez como un monigote con la saña de una piñata o un ahorcamiento. Y la espoleta de todo fue: “Que te vote Txapote”, como una gracia macabra de Joker en Gotham City. Se le tildaba de golpista, dictador y psicópata. ¿Es la máquina del fango, de Umberto Eco, o la trituradora humana de Stephen King?.

Van contra ti, le susurran al oído. Le muestran dosieres para quitarlo de en medio. Le dicen que pronto no habrá un presidente progresista en toda Europa. Que viene la peor derecha y desaparece la izquierda. Que Putin se saldrá con la suya. Y que reinará Trump. Van contra ti, vete, le escupen. El lunes, que es el día de San Pedro Mártir, dirá lo que tenga que decir.

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