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El macaco y Ana Oramas

Un mono se escapó de su hábitat boscoso del Peñón de Gibraltar y se fue a dar una vuelta por la Línea de la Concepción. Quién sabe si el macaco se dedicaba al contrabando de Marlboro. Los generosos vecinos de La Línea, sin tener en cuenta el pasaporte british del simio, le echaron plátanos y otras viandas para que se alimentara y el primate lo hizo a destajo, hasta que un dardo de la Benemérita lo atontó y lo puso en manos de los veterinarios gibraltareños, que lo devolvieron a su secarral de lo alto del Peñón; allá donde sólo llegan los turistas. Hasta los monos se vienen de parranda al país de las panderetas. Incluso los simios se sienten atrapados en el Peñón de Gibraltar, donde la dolencia más común es la claustrofobia. Esperemos que los monos no se dirijan en tromba a territorio español, hartos de no tener lianas a las que agarrarse. Esta semana ha sido pródiga en acontecimientos surrealistas. Por ejemplo, el del joven del Rayo Vallecano que le metió el dedo en el culo, mientras sacaba de banda, al jugador Ocampos, del Sevilla, que tuvo la santa paciencia de estarse quieto, llamar al árbitro y no darle un sopapo al atrevido infante. Y también está la volada de Ana Oramas, famosa por sus meteduras de pata, que dijo algo así como que los docentes que ejercen en Canarias no tienen ni puta idea de nuestra identidad. ¿Y ella? Ha pedido perdón por la volada pero esta chica no tiene remedio, es más torpe que el Dodo de Isla Mauricio. Y que el mismo macaco de Gibraltar, que perdió la brújula y apareció en La Línea de la Concepción. La han puesto bonita a la Oramas en las redes. Con lo que ha chupado de la política, se pone a decir gilipolladas. No aprende la tía.

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