Canarias debería prestar más atención al nuevo equilibrio de fuerzas en el Sahel, donde Europa pierde influencia escandalosamente y va ganando terreno Rusia a toda velocidad. Nadie habla de esto políticamente aquí abajo.
El volcán del Sahel da señales de alarma y el magma asciende peligrosamente, con la retirada de los países europeos (Francia en particular) de Mali, Burkina Faso o Níger, tras los golpes de Estado perpetrados desde 2020 en toda esa región, donde se acrecienta el negocio del tráfico de armas y de personas, abunda el terrorismo y existen riquezas naturales que explican el interés de Rusia y China por hacerse con todo el pack.
Este nuevo orden neocolonial a favor de potencias que atentan contra la estabilidad de Europa hace de Canarias -frontera sur de la UE- un territorio expuesto en solitario a un desafío desconocido en ciernes, así como las pateras y los cayucos se han convertido en un asunto exclusivo de las Islas, mientras Bruselas mira para otro lado y las comunidades autónomas de España dan largas a la acogida de migrantes menores de edad.
Así que el dossier canario, o la agenda, como se define al potaje de nuestras prioridades con el Estado, cojea de África. El éxodo que proviene, mayormente de Mauritania, no monopoliza todo el problema. Nuestro drama es doble, el humanitario de los ahogados y la inseguridad inherente al mayor polvorín del continente. El Gobierno central ve en el Sahel una “amenaza real” como emisor de terrorismo y también de migración, según se desprende del Informe de Seguridad Nacional 2023 elaborado por el Departamento de Seguridad Nacional (DSN) de la Presidencia, que teme que incendie el Magreb.
Rusia, que invade Ucrania y tiene a mal vivir a los países limítrofes de la UE, con misiles hipersónicos que sobrevuelan su espacio aéreo, es la que mueve los hilos y marca los tiempos del nuevo foco caliente delante de nuestras narices.
No tenemos ni remota idea de lo que está pasando en África más allá de Senegal, tras una década de persecución del régimen de Macky Sall que acaba de caer en las urnas. En nuestra balsámica vida política local, salvo las salpicaduras de las disputas antojadizas entre el PP y el PSOE, los canarios desconocemos lo que se está cociendo detrás de las murallas de las costas de enfrente. Un día podemos llevarnos un susto y será en parte por nuestra imprevisión. Está en juego nuestro modelo de vida, nuestra pax turística, nuestro soliloquio europeo en mar revuelto, toda una vulnerable proximidad al pandemónium africano en manos de Putin.
Son las asignaturas pendientes de Canarias con la vecina África, a la que hemos dado de lado, hemos dado la espalda o mirado por encima del hombro. Pero el mundo es ahora mismo el que es. Y el RuSahel está que arde.