“Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta,/ porque me encuentro unido a toda la humanidad;/ por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”. Traducidos al castellano, son los versos de John Donne que un coloso literario como Ernest Hemingway terminó por inmortalizar en una novela que hasta tituló con semejante exaltación humanista.
En Brasil, han vuelto a doblar las campanas, esta vez por nueve seres tan desheredados por la fortuna que han sido sepultados pese a que aún seguían sin ser identificados. Navegaban hacia Canarias en un cayuco que zarpó desde Mauritania, seguramente con destino hacia el puerto de La Restinga, en El Hierro, pero sus cadáveres terminaron por ser encontrados en avanzado estado de descomposición por unos pescadores de Pará, localidad costera del estado de Belem, al noreste de Brasil.
Ni es la primera ni, lamentablemente, será la última que una tragedia de semejantes características tiene lugar en el marco de la Ruta Atlántica, una de las más mortíferas del mundo en cuanto al incesante tráfico de seres humanos y sobre la que un reciente informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) refleja que, pese a sus estadísticas insoportables de los años anteriores, su mortalidad ha crecido un 20% desde que empezó el año.
No en balde, y lejos de decrecer este inhumano tráfico de personas, los primeros meses de 2024 están registrando, respecto a la llegada de supervivientes, cifras jamás registradas por estos lares a estas alturas del año dado que son mucho más propias de las calmas que tienen lugar en otoño. Según los datos del Ministerio del Interior respecto al pasado 15 de abril, el drama humanitario que se sufre en las aguas de Canarias, convertidas en una suerte de fosa común, se ha multiplicado por seis respecto al mismo periodo del año anterior, 2023, que ya en su conjunto superó con amplitud los peores registros vividos en Canarias, muy por encima de la terrible crisis de los cayucos del primer decenio del siglo (2006).
Mientras tanto, nueve cadáveres recibieron ayer sepultura en Brasil sin nombre siquiera sobre sus lápidas, campanas anónimas que también doblan por las, al menos, otras 16 personas que fallecieron en ese cayuco, dado que se encontraron hasta 25 chubasqueros en la barquilla rescatada por los pescadores de Pará. Las autoridades brasileñas sostienen que, si las familias lo piden, se exhumaran los cuerpos.
Como versaba el gigante poeta, esas campanas también doblan por ti.
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