“Hoy es sábado, mañana domingo. No hay nada como el tiempo para pasar”. Así comienza un tema de Vinicius de Moraes y así acaban todas las semanas, muriendo en el descanso de la inacción para volver a empezar. Anoche me acosté con la alarma de cuatrocientos drones y otros tantos cohetes viajando hacia un proyecto de agresión inquietante, y hoy me he despertado con el resultado triunfal de que el 99% han sido rechazados. Ayer fue sábado, como dice el poeta, imposible huir de esa dura realidad. Pero también está la perspectiva del domingo, y eso parece cambiarlo todo. Irán ha dicho que este ataque no tendrá continuidad si no hay respuesta por parte de Israel. Tenía que hacerlo después de la muerte de varios diplomáticos en Damasco. Netanyahu es prisionero de su propia testosterona y arrastra a quienes lo protegen a una escalada absurda que nadie desea. Las cosas cambian de un sábado a un domingo dentro de esta maraña informativa que nos invade. Putin y Ucrania desaparecen del interés de los noticiarios y el conflicto se traslada a donde siempre estuvo, a esos puntos calientes del planeta que nunca terminan de enfriarse. Ucrania jamas ha dejado de ser eso. Nada es nuevo. Ayer me llegó un video de una maestra argentina que padeció parálisis cerebral por falta de oxígeno al nacer. Es enternecedor. Sobre todo, cuando cuenta que una monja le dijo: “A ver si te curas”, y ella le contestó: “Ya estoy curada desde que he aprendido a vivir con lo que tengo”. A veces, nos pasa que no sabemos convivir con lo que tenemos porque no hemos llegado a descubrir qué es lo que tenemos, cuál es el problema que debemos resolver.
La gente a la que le ocurre esto suele mostrarse muy segura, inaccesible, viviendo en castillos endebles que creen inexpugnables. Son los netanyahus protegidos por los chalecos antibalas de la soberbia. He empezado a leer el último libro de Javier Gomá, que va de la cultura de lo vulgar. No sé si esa palabra es la apropiada para desmontar los valores triunfalistas de las élites que ostentan el monopolio de las verdades exclusivas y lo que recomienda es el uso de una virtud tan pasada de moda como la humildad. Esta chica argentina me parece un buen ejemplo. Me imagino que el libro de Gomá también, a pesar de que hable desde la presidencia de algo tan inapelable culturalmente como la Fundación March. Me quedo con el tiempo de Vinicius de Moraes, que transcurre durante el instante en que se baila una samba. “Hay un hombre rico que se mata, hay un incesto y una regata, porque hoy es sábado”. Es lo que marca la resaca de la repetición. La vida viene machaconamente en olas como el mar. Mientras tanto, hay alguien encargado de alarmarnos con la insistencia de lo cotidiano, haciéndonos creer que se trata de una excepción. Perdonen que hoy intente distraerles con esto, en lugar de hablar de la calle donde vivo, que, quieran o no, es un título de My fair lady que tocaban los pianistas de los hoteles.