Han lanzado a Luis Rubiales, expresidente de la Real Federacion Española de Fútbol, a la plaza como chivo expiatorio de los males nacionales. Pero ya Rubiales no tiene ni para coca-colas. Ni siquiera ha pagado al despacho de Juan Inurria -a día de hoy- las costas del juicio que le ganamos al señor Rubiales Javier Clemente y yo, tras ser condenado por un juzgado de Madrid. Anda Rubiales descapotado por esa península, con el frío que hace, y ha abandonado las playas de República, que es como llaman los cursis y los millonarios a la República Dominicana. No sé si Rubiales es otra bomba de humo para distraer la atención de lo que está pasando, o qué, pero mientras se revuelve el cocido nacional, los medios de comunicación están que no paran, siguiendo sus pasos. A mí, qué quieren que les diga, me parece un seguimiento excesivo, aunque esa Federación está hecha unos zorros y aunque en nuestro país parece que todo tiene que ser un pozo de corrupción, pasto de la justicia, desde Negreira a la Eternidad. Es triste que sigamos subiendo puestos en el ranking de los estados más mamandurrios. Lo mejor sería crear un gran paraíso fiscal en la península e islas adyacentes y meternos todos dentro. Y se querían cargar los paraísos fiscales. ¿Qué sería de España sin ellos? Déjense de zonas especiales, de Andorra y de fueros vascos, declaren a España “península fiscal” y quiten los impuestos, cobren solo el ticket azul del whisky, cheli, para el personal. Ahora han echado a la plaza a Luis Rubiales y anda todo el mundo corriendo detrás de él, como si fuera el Toro de la Vega. Ay, Jesús.
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