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Caudillismo tercermundista

Estaba muy claro que se trataba de una jugada típica y característica de un Pedro Sánchez que, en cada actuación, demuestra ser un político de raza, dispuesto a mantenerse en el poder a toda costa y maestro en las artes para conseguirlo. Ha tenido la suerte, además, de tener como oponente a toda su antítesis, un político torpón, que ni siquiera ahora, junto a sus lloriqueos habituales y augurios y predicciones imposibles de cumplir porque las próximas elecciones generales serán dentro de tres años y el presidente no las va a adelantar, no ha sabido aprovechar una decisión de Sánchez que los populares, como cualquier ciudadano son sentido común, habían adelantado. ¿Cómo iba a dimitir cuando las encuestas serias -no las de Tezanos- indican unánimemente que el actual Congreso de los Diputados ya no refleja la distribución ideológica y partidista de la sociedad española y que los socialistas serían severamente derrotados en unas elecciones que se celebraran ahora? ¿Qué sentido tenía una cuestión de confianza en medio de las elecciones catalanas y de las negociaciones con los nacionalistas vascos para formar Gobierno? Toda la incertidumbre de los famosos cinco días ha sido falsa e impostada, aunque ha jugado con las emociones y los sentimientos de los militantes socialistas de base, dispuestos a creerse cualquier cosa que les proponga el encantador de serpientes que tienen por líder y sus acólitos. Esos militantes y el pueblo español en su conjunto merecen un mayor respeto y una mayor consideración.

Pedro Sánchez practica y exige lo que Jrushchov denominaba el culto a la personalidad y, en Iberoamérica, fue el caudillismo de base agraria del APRA peruano o el getulismo brasileño, hoy transformado en un caudillismo populista y en dictaduras comunistas urbanas en Cuba, Venezuela o Nicaragua. El peronismo, por su parte, es un cáncer político del que los argentinos no terminan de librarse. Quien no está conmigo está contra mí es el lema. La inventada regeneración democrática que predica Sánchez consiste en obedecer sus mandatos, porque, quien se le opone, se opone a la democracia. Combatirle es combatir la democracia y el fango consiste en los jueces y fiscales que no le obedecen y en los medios de comunicación que no son sus aparatos de agitación y propaganda. Por eso, se avecinan medidas para reducir a la obediencia a esos jueces y fiscales y convertirlos en jueces y juezas para la democracia, y en coartar la libertad de prensa e información. Medidas que serán aplaudidas por periodistas afines, otras veces tan celosos de su independencia, que ya empiezan a hablar de la necesidad de combatir los que denominan bulos.

En cuanto a la apertura de modestas diligencias previas por un Juzgado madrileño en contra de Begoña Gómez, la esposa de Sánchez, a causa de una denuncia por tráfico de influencias de los que, por ejemplo, en su día denunciaron a Urdangarín, la reacción tan desproporcionada de Sánchez sugiere que puede tener fundamento. Sorprende que critiquen esa denuncia al ámbito familiar del presidente los mismos que llevan meses atacando a la pareja de Isabel Díaz Ayuso y su familia por el solo hecho de serlo.

Desde la victoria de Zapatero, el PSOE ha derivado hacia un socialcomunismo del que Pedro Sánchez ha asumido el liderazgo. Malos tiempos para la frágil democracia española.

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