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Día 3

El 3 de mayo es un día bobo. A un párroco de la Peña de Francia se le perdió el libro de priostes de la Cruz y ahora la fiesta la celebra el Ayuntamiento. Antes había priostes, que presidían la procesión, yo incluido, portando el báculo de plata que le distinguía como tal. El prioste pagaba la banda, los fuegos y los dulces que se comían los hermanos cofrades y algún que otro colado. Yo los compraba en La Esquina Redonda, en la dulcería sita en un viejo edificio con una esquina semicircular que el constructor del nuevo edificio, Lolo, tuvo la delicadeza de respetar. Hacían allí unos dulces de chocolate primorosos y otros de moca que no desmerecían. Los fuegos eran de Toste, me parece, y la banda, la de Chano Miranda, que bordaba los jueves El Sitio de Zaragoza, en la plaza del Charco, y la marcha fúnebre de Beethoven en la Semana Santa portuense, en cuyas procesiones no actuaban los rabinos, como en las de La Laguna. Celso tocaba el tambor y los platillos, pero como sufría de callos, o quizá de los pies planos, marchaba como si el reloj marcara las diez y diez. Y daba unos platillazos a destiempo, que eran celebrados con jolgorio por los entendidos. El 3 de mayo, o sea hoy, es ahora un día sin gracia, porque ya no existen los priostes encorbatados y acalorados, revestidos de cierta autoridad, en la procesión de la Cruz, sino que la vara la lleva el alcalde y yo creo que así es mejor, porque con cada prioste aparecía también la incertidumbre y la mala costumbre de pagar los fuegos de artificio en cómodos plazos. Los que no podían faltar eran los dulces de La Esquina Redonda, porque los hermanos ayunaban el día anterior para darle al gato moca. Hoy, viernes 3, es un día descafeinado donde los haya. Y en el Puerto, más.

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