después del paréntesis

La bandera

La bandera hace a un país. No es un simple símbolo, es el signo. Por eso, cuando Canarias se comprometió con el juego de la autonomía, dispuso desde esa posición, no desde de la historia y del rigor. E impuso. Así se consuma la trama de la llamada “transición” y el tributo a la derecha: no una nación de naciones, cual España es, un país que ha de acusar el principio federal, como en Alemania, por ejemplo: el agarre centralista y unificador que el proverbio Franco Bahamonde sentenció. Y en lo que la derecha se empecina es imponer. Es decir, que se señale como dicha continuidad a un territorio como Galicia frente a Andalucía o Cataluña frente a Castilla es una absoluta desproporción. Que esa iniciativa haya de restañar lo que consigna no tiene por qué contraponer el valor. Un estado de naciones en correspondencia. De lo que se deduce que manifestarse como extremeño o canario, porque se es, no desluce lo que nos señala: españoles que compartimos. En ese juego, digo, la iniciativa dicha de los probos. Y para el caso, los colores: blanco, azul y amarillo (Tenerife-Las Palmas) con el escudo resuelto para la ocasión en el centro. Una absoluta insensatez, un despilfarro del sentido, del compromiso y de la responsabilidad. Porque esa no es la bandera de Canarias, esa no es la bandera que nos señala, que nos identifica. Y ahí el ideario sobre la canariedad de Secundino Delgado (1871-1912), en principio desde la alejada Venezuela. ¿Eso no nos compromete?, ¿no nos precisa quien pronunciara y escribiera palabras sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que pretendemos ser?; ¿no sustenta un débito inapelable aquello que los dignos que nos han precedido han pensado y reflexionado sobre nuestro ser? Si de ese modo no fuera, ¿qué nos sostiene en el mundo? Porque ese pensamiento no es un pensamiento primario, sino un pensamiento cardinal. Y el respeto es una de las marcas de la especie. Luego, año 1907, en el Ateneo de La Laguna, con don Benito Pérez Armas de presidente, la bandera que nos contiene: los colores definidos y las siete estrellas verdes que señalan, como en la bandera de EEUU, las siete islas que confirman el sentido. Eso somos, esa es la bandera. Ahora con el añadido consustancial: ocho por La Graciosa, que siempre ha sido isla, incluso cuando se desconsideró como tal. El invento que se cuelga en los lugares oficiales (fachadas de cabildos, parlamento…) o que coronan fiestas y demás concilios es una inmoralidad, porque quien niega la sustancia del tiempo niega el principio sustancial de la idealidad. ¿Esa bandera es el emblema de los independentistas? ¿Por qué? ¿Ellos son los que nos la arrebatarán o la arrebatará la centralidad del estado por lo que significa, Canarias un territorio de conquista, de sometimiento, de muerte y de esclavitud? Las ocho estrellas verdes. Eso somos.

TE PUEDE INTERESAR