tribuna

Mucha UE por hacer: todas las razones y motivos para votar, el 9 de junio, en las elecciones europeas

Semana 22 abril 2024: último pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo, legislatura 2019/2024, llegando a su recta final mirando a las elecciones europeas del próximo 9 de junio. Representación directamente electiva -por sufragio universal de 450 millones de ciudadanos/as europeos/as en 27 Estados miembros (EEMM)-, el PE es determinante no solo del futuro de la UE, sino de la legislación y las grandes decisiones de las que penden en cada uno de los espacios nacionales las esperanzas y oportunidades de esa misma ciudadanía europea.

Toda legislatura democráticamente elegida asume una agenda expresa -la del programa de Gobierno respaldado por una mayoría en la respectiva investidura-, pero se sujeta también a la irrupción de lo inesperado. El mandato del PE surgido de las elecciones de 2019 se trasladó aquel mismo año a la ambición comprometida por la Comisión Von der Leyen: una UE geopolítica capaz de contribuir por sí misma (“autonomía estratégica”), líder mundial en la lucha contra el calentamiento global mediante una “Transición Verde Justa” hacia una economía enteramente descarbonizada en 2050; pionera en la digitalización (Agenda Digital) y en la regulación de la inteligencia artificial coherente con el estándar europeo de derechos fundamentales; con una respuesta común ante el hecho migratorio y el derecho de asilo (Pacto UE con leyes directamente vinculantes para los EEMM) fundada en los principios normativos de responsabilidad compartida y solidaridad vinculante; y una exigencia indesmayable de respeto a los valores comunes que cimientan la idea europea de Democracia, Estado de Derecho y derechos fundamentales (EU Rule of Law Framework), confrontando cualquier retroceso o regresión detectada en cualquier EM mediante un examen anual (Rule of Law Annual Report) y la condicionalidad del respeto a dicho estándar europeo para el acceso a los fondos UE.

Pero, como es conocido, esta legislatura 2019/2024 ha experimentado embates de lo más inesperable, de lo que en el momento de su arranque hubiese rayado incluso el límite de lo inimaginable. La peor emergencia humanitaria que hayan conocido nunca las generaciones vivas -la pandemia, y su cadena de medidas restrictivas de derechos impuestas unilateralmente por los gobiernos nacionales- amenazó seriamente el activo más preciado de la integración europea: el acervo Schengen, libre circulación y elección de residencia sin fronteras interiores. La brutal guerra de agresión de Putin contra Ucrania ha espoleado la conciencia de la fragilidad de un orden internacional cuestionado por su obsolescencia y por sus vulnerabilidades, convocando a la UE a un abrupto despertar a las responsabilidades de la edad adulta frente a las de la inocencia o la eterna adolescencia, acelerando el paso de su crecimiento en Defensa y Seguridad y su tránsito desde el soft power diplomático a la necesidad de alcanzar el de una voz unitaria, audible y respetable ante la gobernanza de la globalización.

Hasta el último minuto, el pleno del PE ha dado de sí, sumando cuanto ha sido posible en el ensanchamiento del balance de realizaciones y avances de esta legislatura que acaba, y haciendo cuanto ha estado en su mano para llamar al conjunto de la ciudadanía europea a la movilización y a la participación en la elección democrática que corresponde adoptar en junio de 2024: una decisión histórica sobre el futuro de la UE en tiempos de incertidumbres y convulsiones, cuyo manejo desafía nuestras capacidades conjuntas y, por supuesto, desborda las individuales de ninguno de sus EEMM.

Las votaciones definitivas de la Directiva Penal UE contra la Trata y los Tráficos Ilícitos, de la Directiva Penal contra la Violencia sobre las Mujeres, del Paquete de Legislación UE contra el Blanqueo y contra la Corrupción, del Reglamento de Gobernanza de Schengen (la libre circulación tras las lecciones derivadas de la pandemia del covid), las nuevas reglas fiscales de la UE (superando el desastroso paradigma de la austeridad recesiva que dominó durante la Gran Recesión y tanto daño causó al conjunto de la UE y sus EEMM), junto con la nueva Directiva de Calidad del Aire, ejemplifican este esfuerzo por incrementar el rendimiento hasta el último pleno.

Pero, además de ello, el PE ha abordado los retos más inesquivables de nuestra posición en la arena internacional y global: baste pensar en los debates, con el protagonismo y liderazgo del Alto Representante de la UE para la PESD Josep Borrell, en torno a la respuesta de la UE ante la ofensiva israelí en Gaza, las continuas violaciones del Derecho en Cisjordania, los inasumibles riesgos de la peligrosa espiral de acción/reacción y de ataque preventivo/represalia que describe la tensión entre Israel e Irán y, cómo no, la cronificación de la ilegal y criminal agresión de Putin contra Ucrania, con la vecindad inmediata de ambos países y la decisión respaldada por el PE de movilizar los activos financieros y patrimoniales rusos congelados para, tras su confiscación, financiar el apoyo militar a Ucrania y su reconstrucción tras la devastación.

La próxima legislatura 2024/2029 nacerá en las elecciones europeas del próximo 9 de junio. Desde la implementación de tanta legislación UE aprobada en estos años, hasta la garantía de su primacía y eficacia directa sobre el Derecho nacional de sus EEMM, pasando por relanzar su pilar social (oportunidades formativas y laborales, vivienda digna, derechos laborales y negociación colectiva), así como por apuntalar nuestra “Transición Verde Justa” y nuestra autonomía estratégica en la globalización (reduciendo aceleradamente toda autolesiva dependencia de recursos provenientes de Rogue States y actores desvinculados de toda estabilidad del orden internacional o declaradamente hostiles a la paz y a la seguridad mundial). Mucha UE por hacer. Y todas las razones y motivos para votar, el 9 de junio, en las elecciones europeas.

* Eurodiputado socialista, presidente de la Comisión de Libertades, Justicia e Interior del PE

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