Yo sé que no puedo esperar mucho de una universidad cuyo rector va en traje gris y calcetines blancos, pero creo que la Universidad de La Laguna ha perdido el tino. Ha decidido romper relaciones con los centros docentes de Israel. O sea, que se ha declarado académicamente antisemita. Anti rusa, no, porque Putin es un santo y no se va a romper la relación académica con Rusia, que es un modelo de país. Cuando se confunde el culo con las témporas y cuando una panda de magos se instala –democráticamente- en el rectorado de un centro académico puede ocurrir cualquier cosa, incluso esta. La ULL debería preocuparse, antes de pelearse unilateralmente con Israel, en elevar el nivel de investigación, en crear colegios mayores y residencias para sus alumnos, en vez de hacer como aquellos concejales de La Laguna, en los tiempos de Pedro González, que felicitaron a Breznev por el aniversario de la revolución bolchevique. Imaginen las lágrimas de Breznev; pues son parecidas a las que acaba de derramar Netanyahu, que ayer tarde no paraba de llorar después de la decisión de la ULL. Somos un pueblo especialista en perder el tiempo y en cometer disparates, uno detrás de otro. ¿Qué tendrá que ver la actuación israelí en la guerra de Gaza con la Universidad de una isla perdida en el Atlántico? ¿Y qué pasa con los alumnos y profesores que reconocen el derecho de Israel a defenderse, que no podrán pisar las aulas laguneras? Me ha hecho mucha gracia lo de alinearse con las universidades palestinas. Díganme sólo una. Lo de la ULL ha sido otro disparate más, que demuestra que nuestras instituciones, en su gran mayoría, están en manos de magos irredentos que, además, se creen en posesión de la verdad. Esta es una opinión personal ante una decisión impresentable.
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